Bienvenidos a este humilde pero sincero espacio. 
    Mi pequeño sitio donde digo libremente lo que pienso y siento.
Sueño con un mundo donde las personas se detengan a escuchar de verdad. 
He visto cuánto sufrimiento nace de la soledad y del silencio. 
Aún no tengo un plan claro, pero estoy convencido de que algún día 
aportaré algo significativo para aliviar ese dolor. 

Patricio Varsariah.

El dolor y la angustia no pudieron evitarse.

octubre 6, 2025


Eran parte del camino, no su desviación. El alma se ensancha cada vez que soporta lo que pensó que no podría. A veces, la vida nos conduce por senderos que no elegimos, pero que necesitamos recorrer para comprender la profundidad de nuestra fuerza.

Cada herida contiene una enseñanza, y cada caída, un propósito que sólo se revela cuando el sufrimiento se convierte en silencio. Quizá pensaste que todo se derrumbó por tu culpa. Pero ¿alguna vez te detuviste a mirar si aquello que se cayó estaba realmente construido sobre cimientos estables?

No todo lo que se rompe es pérdida. A veces, lo que cae lo hace porque ya no puede sostener el peso de tu crecimiento.

Vivimos en una era que glorifica el movimiento constante. Nos enseñaron que la plenitud está en no detenerse, en perseguir sin pausa, en lograr siempre más. Pero esa inercia disfrazada de motivación termina siendo otra forma de miedo: miedo a la quietud, miedo a escucharse, miedo a no controlar el ritmo de la vida.

Lo que es verdaderamente tuyo no te exige desangrarte para alcanzarlo. Lo que está alineado con tu esencia no se persigue, se reconoce. Seguir el propósito no es correr detrás de algo, sino aprender a caminar al compás de lo que ya te pertenece.

Fluir no es rendirse: es aceptar conscientemente el curso natural de tu existencia. Tu antigua realidad fue edificada desde la urgencia, en modo supervivencia. Sostuviste muros con las manos desnudas, con miedo a que el viento los derribara. Y cuando el viento llegó, lo hizo por coherencia, no por castigo. Nada sólido se derrumba; lo que se desmorona es lo que ya no puede acompañarte.

El camino más elevado no se elige por comodidad, sino por verdad. No hay atajos, sólo pruebas. No hay recompensas inmediatas, sólo comprensión progresiva. Cada obstáculo es una invitación al autoconocimiento, una pregunta que la vida te hace sobre ti mismo. Y mientras crees que todo se desordena, el sentido profundo comienza a ordenarse en silencio.

Llega un punto en el viaje en que puedes mirar atrás sin rencor. Entonces comprendes que cada pérdida preparó el terreno para algo más firme, más verdadero. Y descubres que las pruebas no eran obstáculos, sino etapas necesarias en la construcción de tu propio templo interior.

No hiciste nada mal. No tomaste el camino equivocado. Estás exactamente donde debías llegar para aprender lo que el alma aún no comprendía. No todo tiene una razón visible, pero todo tiene un sentido que se revela a su debido tiempo.

Cada fracaso, cada rechazo, cada pérdida fue una instrucción en un lenguaje que ahora empiezas a entender. No eras tú quien se desmoronaba: era tu antigua versión la que cedía espacio para algo más consciente, más esencial.

Y mírate ahora: aún en construcción, pero con cimientos nuevos. Tu fuerza no proviene de la ausencia de dolor, sino de la serenidad con la que aprendiste a atravesarlo. Cada ladrillo levantado con paciencia y fe es testimonio de una sabiduría que sólo la experiencia puede otorgar.

No hay regreso posible. Solo madurez. Solo expansión. Solo el movimiento natural del alma que, habiendo tocado el fondo, aprendió a sostenerse desde su centro.

Reflexión final. El dolor no viene a destruirte, sino a revelarte. A través de él aprendes a discernir lo esencial, a habitar tu fragilidad y a reconocer la fuerza que surge del vacío. Cuando dejas de resistir y comienzas a observar, descubres que cada herida fue, en silencio, un acto de enseñanza. Porque el alma no se define por lo que evita, sino por lo que logra atravesar con conciencia, humildad y quietud.

Vuelve a esta reflexión cuando lo necesites: para recordar que la calma es posible, que la fuerza está dentro de ti, y que nunca estás del todo sola o solo.

Patricio Varsariah.
 

Las huellas del ser.

octubre 6, 2025


No somos únicamente responsables de lo que hacemos, sino también de lo que dejamos que otros aprendan de nosotros. Con cada paso que damos, dejamos un rastro atrás. La vida es una travesía que avanza sobre territorios que el tiempo borra lentamente.

Imagina caminar sobre arena o nieve: cada paso marca una dirección, una decisión. Pero pronto el viento o el sol disuelven la huella, recordándonos que el movimiento importa más que la permanencia. Algunas huellas desaparecen sin dejar memoria; otras se transforman en caminos que otros adoptan, a veces sin saberlo. Así se transmite la herencia invisible del ser humano: ideas, valores, hábitos y gestos que viajan de una generación a otra, moldeando lo que llamamos “cultura”.

Cada decisión, por pequeña que parezca, se inscribe en ese tejido. Tu “sí” de hoy puede convertirse en el “sí” de muchos  mañanas. Por eso, vivir con conciencia no es solo actuar, sino observar qué dirección estamos trazando con nuestros actos.

Todos dejamos un camino, pero pocas veces nos preguntamos hacia dónde nos conduce. Con frecuencia seguimos los pasos de quienes vinieron antes, sin cuestionar si ellos sabían realmente adónde iban. Llamamos “tradición” a lo que, quizás, nació del miedo o de la costumbre; “normalidad” a lo que, tal vez, fue una renuncia al pensamiento.

Caminar sin reflexión es delegar el rumbo. Y cuando muchos lo hacen, una sociedad entera puede perder el sentido de su trayecto. Por eso, más que elegir las palabras sabiamente, debemos elegir los pasos sabiamente. Caminar con intención, pensar en a quién seguimos y por qué.

Porque quien sigue sin conciencia termina donde otros lo llevaron, no donde quiso llegar. Y siempre hay alguien que observa. Un hermano, un amigo, un hijo o incluso un desconocido que, sin saberlo, aprende de tu manera de vivir.

Tu legado no son tus bienes, sino la dirección que tus pasos marcan en el mundo.

El verdadero extravío comienza cuando confundimos la fe con la costumbre, o lo sagrado con lo repetido. No toda tradición es verdad, ni toda religión está libre de error. A veces, pensar por uno mismo es el acto más espiritual que podemos realizar.

Camina, entonces, con atención y humildad. No para dejar huellas que duren, sino para que tus pasos tengan sentido mientras duren.

Reflexión final. Toda vida es un mapa en constante redibujo. Lo que hoy decides, traza el contorno de un futuro que otros habitarán. La pregunta no es si dejarás una huella, sino qué dirección tendrá tu camino. Porque incluso cuando el tiempo borre tus pasos, la intención que los guio seguirá viva en la conciencia de quienes aprendieron a mirar por dónde andas.

Si en mis palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

Patricio Varsariah.
 

La liviandad del alma rendida.

octubre 6, 2025


Cuando comprendes lo que verdaderamente te pertenece, descubres que nada de lo que posees es realmente “tuyo”.

Todo —absolutamente todo— te ha sido otorgado: la respiración, los encuentros, los silencios, incluso las pérdidas. Todo llega y parte sin pedir permiso, porque nada nos pertenece más allá del instante.

Durante mucho tiempo creí que la humildad consistía en disminuirme, en aceptar la derrota como una forma de resignación. Con el tiempo comprendí que la verdadera derrota no fue perder, sino aferrarme: al orgullo, al ego, a la oscuridad silenciosa que mi alma cargaba sin entender.

Confundí esa carga con ansiedad, con pensamientos desbordantes, sin detenerme a escuchar el mensaje que aquella incomodidad intentaba revelarme.

El ego, ese pequeño reino que construimos para sentirnos seguros, se vuelve más pesado cuanto más lo defendemos. Quizá la liberación no consista en alimentarlo, sino en permitir su disolución. Porque tal vez es el ego —y no la vida— quien nos ha estado desgastando todo este tiempo.

Destruimos lo que amamos en nuestro intento de conservar una identidad, una imagen de lo que creemos ser. Actuamos como si el mundo nos debiera algo, como si el “mío” tuviera algún sentido real. Pero nada nos pertenece: todo lo que tenemos no es lo que poseemos, sino lo que se nos ha confiado por un tiempo.

La persona frente a ti comparte tu misma esencia. Si somos iguales en origen y fragilidad, ¿qué sentido tiene aferrarse al orgullo? ¿De qué sirve erigir muros entre almas que comparten la misma raíz?

Así que hoy… intenta esto:
Rebájate, no ante el mundo, sino ante tu propia alma.
Inclínate, no por sometimiento, sino por gratitud.
Libérate del peso del orgullo. No te rindas: simplemente deja de resistir.

Entrégate a tu alma, y no por debilidad, sino por rendición amorosa. Porque quizás aún no sepas cuán preciosas son tus lágrimas cuando se derraman no desde el dolor, sino desde la gratitud.

Si en mis palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

Patricio Varsariah.
 

Fluir con la vida no significa resignarse ni ser pasivo.

octubre 3, 2025



Cómo elijo fluir con la vida. Para mí, significa dejar de lado la necesidad constante de controlar, planificar y tener todo bajo control. La vida es impredecible, llena de sorpresas, algunas maravillosas, otras dolorosas. Las sorpresas que nos alegran llenan nuestro corazón de alegría y recuerdos que atesoramos para siempre. Las que nos lastiman pueden dejarnos sintiéndonos solos, cansados o incluso perdidos. Pero aquí está la clave: ambos tipos de sorpresas nos pertenecen.

La vida ya tiene sus planes, pero depende de nosotros cómo decidimos afrontarla. Podemos resistir o fluir con ella. Yo elijo fluir.

Cada día, me despierto despacio, agradecida por una nueva oportunidad para vivir, aprender y experimentar lo que el día me depara. Espero las buenas sorpresas, las que me llenan de alegría. Pero cuando llegan las que no quiero, también las acepto.

Fluir con la vida no significa ignorarla ni fingir que el dolor no existe. Significa aceptar la realidad tal como es, confiando en que todo tiene un propósito.

La vida nos presenta desafíos para enseñarnos, para mostrarnos una nueva perspectiva o para permitirnos experimentar algo que nunca hubiéramos imaginado. Cuando afrontamos la vida así, nos mantenemos firmes, con esperanza y resilientes.
Incluso los momentos difíciles tienen significado si les damos la oportunidad.

Fluir con la vida también significa estar presente. Es notar el mundo a tu alrededor, sentir tu cuerpo, tu respiración y tus pensamientos. Es disfrutar los momentos en lugar de dejarlos pasar. Es hacer lo que te gusta, aprender lo que puedas y dejar que la vida te guíe.

Hay una libertad en esta forma de vivir. No hay presión por controlar cada detalle ni estrés cuando los planes no salen como se espera. La alegría está en estar vivo, en observar, sentir y aprender a medida que avanzas.

Muchas personas viven de manera diferente. Entran en pánico cuando la vida se desvía de sus planes y desesperan cuando las cosas no son perfectas. Nos han enseñado que si hacemos todo bien, seremos recompensados con la felicidad.

Pero, ¿y si la felicidad no es una recompensa al final de un plan? ¿Y si la vida tiene otros planes, guiándonos hacia experiencias que nunca hubiéramos elegido?

La clave está en la consciencia y la confianza. Confiar en el camino, creer que la vida a menudo tiene mejores planes de los que podemos imaginar y tener la paciencia para dejar que las cosas fluyan.

Incluso unos minutos al día pueden marcar la diferencia. Dedica tiempo a no perseguir metas, a no planificar ni elaborar estrategias. Simplemente sé presente. Presta atención a tus sentimientos. Observa tus pensamientos. Practica la atención plena.
Aquí es donde nos reconectamos con nosotros mismos y descubrimos lo que realmente importa.

Solo tenemos una vida, y podemos elegir cómo vivirla. 

La vida es un instante fugaz, un suspiro que se enciende y se apaga en la vastedad del tiempo. Y, sin embargo, dentro de ese breve espacio tenemos la posibilidad de pintar un universo entero.

Cada amanecer nos ofrece un lienzo en blanco: podemos llenar el día de rutinas grises o de colores que nos hagan vibrar. Podemos quedarnos en la orilla del miedo, o atrevernos a cruzar el puente hacia lo desconocido.

No siempre podremos elegir lo que sucede, pero sí la manera en que lo abrazamos. Podemos elegir mirar el cielo, aunque las nubes lo cubran, seguir soñando aun cuando las cicatrices nos pesen, y recordar que, al final, lo importante no es cuánto dure el viaje, sino la intensidad con la que lo recorremos.

La vida puede ser caótica, dolorosa y desafiante de maneras que nunca imaginamos.
Pero lo único que podemos controlar es nuestra respuesta. Nuestra verdadera fuerza reside en cómo reaccionamos, y elegir con cuidado nuestra respuesta marca la diferencia.

Porque solo tenemos una vida, y es demasiado valiosa para vivirla como si fueran muchas.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

Patricio Varsariah.
 

La Inteligencia Artificial (IA) -no puede reemplazar a los escritores.

octubre 1, 2025


Escribir, en su forma más auténtica, es un acto profundamente humano. Es una ofrenda. Un puente. Una mano cálida que se extiende a través del espacio y el tiempo. Escribo porque algo me conmueve. Porque siento tanto que me desborda. Porque quizás, solo quizás, alguien en el exterior necesite escuchar las palabras exactas que me atrevo a decir en voz alta. Escribo porque escribir es recordar que existes, y hacer que otros existan conmigo. 

A veces, escribo porque intento comprenderme a mí mismo. Otras veces, porque espero ayudar a alguien más a comprenderse. Bueno, es muy sencillo: escribo para otros y escribo para mí mismo, al final, no escribo únicamente para que me lean: escribo para que alguien, en algún rincón, se sienta acompañado.

Déjame explicarte cómo y por qué escribo para los demás y para mí mismo: 

Escribes para otros. Porque me importa. Porque mis palabras podrían ser el abrazo que alguien necesita en una noche solitaria, la voz que dice "Te veo" cuando el mundo se queda en silencio. Espero que mi experiencia, mi perspicacia, mi historia, puedan iluminar un poco el día nublado de alguien. Que tal vez mi lucha pueda ayudar a alguien más a superar la suya.

Y con la misma fuerza, escribo para mi mismo. Para encontrar claridad. Para dar sentido a los pensamientos arremolinados y los sentimientos enredados. Para recordarme que mi voz importa. Que mi historia importa. Que no soy invisible. 

Escribir sana al escritor, al mismo tiempo que le da espacio al lector. Porque al final, escribir no es un oficio: es una forma de vivir, de resistir y de amar. Escribir es tender un hilo invisible entre almas que, de otro modo, nunca se habrían tocado. Y esa es la verdad más simple y más honda: escribo para no desaparecer, y para que nadie más desaparezca contigo.

A hora hablemos de la Inteligencia Artificial (IA) y lo que no puede hacer. 

Cuando dicen que la IA a los escritores, siento la necesidad de decir que no, con suavidad y firmeza. Así no funciona, no puede reemplazar a los escritores. No a los auténticos. No aquellos que escribimos desde la memoria, desde las cicatrices, desde la dolorosa belleza de la experiencia vivida. Una máquina podría reorganizar tus palabras en oraciones más claras. Pero no puede escribir una historia que haga llorar a alguien. No puede susurrar esperanza cuando alguien está al borde del abismo. No puede tomar lo que te destrozó y convertirlo en algo que sane a otra persona.

No saben a qué sabe el desamor, ni lo que es llorar en la ducha y luego escribir un poema sobre ello. Nunca se han quedado sin aliento ante un amanecer ni han sentido el dolor de perder a alguien demasiado pronto. 

No saben lo que significa ser humano; solo saben sonar como tal.

La Inteligencia Artificial (IA) puede replicar el tono, pero nunca la verdad vivida detrás de tus palabras.

He visto cómo se entrenan grandes modelos de lenguaje como Chat GPT. Se alimentan con cantidades masivas de datos generados por personas: libros, tuits, entradas de blog, hilos de foros y artículos.

Y esto es aún más importante: las herramientas de Inteligencia Artificial (IA) aprenden usando tus datos. Tu escritura. Tu voz. Tus expresiones. Aprenden de nosotros. Las alimentamos a diario, intencionalmente o no. Cuanto más publicamos en línea, más aprenden estos modelos a imitarnos. Pero siguen siendo solo eso: imitaciones.

La Inteligencia Artificial (IA) ha avanzado muchísimo, pero todavía tiene limitaciones importantes. Aquí te comparto algunas de las principales cosas que la IA no puede hacer (al menos hoy en día):

🔹 Limitaciones Cognitivas y Creativas
No tiene conciencia ni emociones reales: puede simular empatía o creatividad, pero no siente nada.
No comprende el contexto profundo como un humano: interpreta patrones, pero no entiende la vida, la cultura o las experiencias personales de forma genuina.
Creatividad limitada: genera arte, música o textos combinando datos previos, pero no “inventa desde la nada” como lo hace la mente humana.
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🔹 Limitaciones en el Mundo Real
No tiene sentido común completo: puede dar respuestas correctas en teoría, pero a veces falla en cosas obvias para un humano.
No puede razonar a largo plazo: toma decisiones paso a paso, pero no planifica con la misma flexibilidad que una persona.
Carece de intuición: no puede hacer saltos lógicos basados en experiencia vivida.
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🔹 Limitaciones Técnicas
Dependencia de datos: si los datos de entrenamiento son sesgados, incompletos o erróneos, la IA repite esos problemas.
No puede generalizar como los humanos: se queda atascada fuera de los escenarios para los que fue entrenada.
Falta de autonomía real: la IA no actúa por sí sola en el mundo físico sin hardware, programación o intervención humana.
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🔹 Limitaciones Éticas y Sociales
No entiende la moral: sigue reglas o instrucciones, pero no distingue por sí misma lo correcto de lo incorrecto.
No puede reemplazar el juicio humano: en medicina, derecho, educación o política, siempre se necesita supervisión humana.
No puede garantizar neutralidad: siempre hay un grado de sesgo porque fue creada por humanos.

La gente se apresura hacia la Inteligencia Artificial (IA) porque va por la vida con prisas. Busca atajos, victorias rápidas, eficiencia. Pero escribir nunca fue concebido para ser apresurado. Es un arte lento. Es un acto de quietud en un mundo ruidoso. Te pide que te sientes contigo mismo. Que sientas profundamente. Que escuches. Eso es lo que hace que la escritura humana sea irreemplazable.

Así que esto es lo que quiero que recuerdes: si sabes algo, compártelo. Si has vivido algo, escríbelo. Si puedes contar la historia de alguien o ayudarle a contar la suya, hazlo con tus palabras. No te preocupes si no se viraliza. La verdadera escritura no se trata de viralizarse... se trata de llegar a lo profundo. A los corazones. A las vidas. A los lugares a los que ningún algoritmo puede llegar.

Cuando escribo, no soy una tendencia no soy una máquina soy una historia en movimiento. Cuando tu lees mi intención es que lleves algo que ningún sistema artificial puede replicar. Un latido. Un recuerdo. Una verdad vivida Y creo firmemente que por suerte y en estos tiempos el mundo todavía lo necesita y hoy más que nunca.

Gracias por leer.

Patricio Varsariah.

 

El autoconocimiento es, en realidad, un camino de toda la vida.

septiembre 30, 2025


Lo más difícil en la vida es conocerse a uno mismo. Probablemente hayas oído esta frase antes. ¿Pero alguna vez te has parado a pensar por qué es tan difícil?

Vivimos en un mundo donde todo está a un clic de distancia, pero sentarnos en silencio a reflexionar sobre nosotros mismos a menudo parece la tarea más difícil. Desplazamos el dedo por la pantalla, consumimos contenido sin parar, nos mantenemos ocupados, pero cuando se trata de estar solos en silencio, muchos de nosotros dudamos. ¿Por qué? 

Porque el silencio revela lo que preferimos evitar: los remordimientos que nos lastiman, los errores que aún resuenan, los sueños que no se hicieron realidad. Enfrentarnos a nosotros mismos parece más difícil que enfrentarnos al mundo.

Pero aquí es donde comienza el verdadero trabajo y te propongo los siguientes pasos a seguir:

Paso 1: Escuchar

La dificultad suele comenzar desde pequeños. La mayoría de las veces, lo que pensamos de nosotros mismos no es del todo nuestro. La mayor parte de lo que llevamos en nuestra mente y corazón no proviene de nosotros, sino que lo heredamos. El tono de las palabras de un padre o de una madre. Las críticas duras de un profesor. Los chistes de los compañeros. La presión silenciosa de la cultura y la sociedad. Las comparaciones interminables en las redes sociales.

Capas tras capas, absorbemos estas voces hasta que suenan como las nuestras.

No soy quien creo ser. No soy quien crees que soy. Soy quien creo que tú crees que soy. Piensa en ello un momento. Pasamos gran parte de nuestra vida midiéndonos con expectativas imaginarias, adaptándonos a lo que creemos que los demás esperan de nosotros. No es de extrañar que resulte difícil reconocer nuestra verdadera esencia.

El primer paso para conocerse a uno mismo es darse cuenta de esto. Reconoce qué voces son tuyas y cuáles te fueron impuestas. No necesitas cargar con lo que no te pertenece. Tienes derecho a ser humano, con tus defectos y virtudes, y a estar en constante crecimiento. Tienes derecho a perdonarte y soltar el peso de las opiniones y expectativas ajenas.

Escuchar con atención es la base del autoconocimiento, porque solo cuando separas tu voz del ruido exterior puedes empezar a escuchar tu verdadera voz interior.

Paso 2: Aceptar

La sabiduría no comienza con la perfección; comienza con la aceptación. La verdadera aceptación personal significa aceptarse plenamente tal como se es, con virtudes y defectos, con claridad y confusión. Este es el núcleo del autoconocimiento: comprender lo que realmente te trae paz, en lugar de lo que te han dicho que debería traértela. 

Reconocer lo que te genera estrés para poder afrontarlo con compasión y cuidado. Notar lo que ilumina tu alma y elegir seguirlo sin complejos, abrazando las experiencias y pasiones que te hacen sentir más viva. Y lo mejor de todo: no hay una única manera. Tu camino hacia el autoconocimiento puede ser muy diferente al mío. Algunos escriben en un diario. Otros se sanan ayudando a los demás. Algunos se reconectan bajo las estrellas o en la tranquilidad de la naturaleza. 

Personalmente, encuentro mi verdadero yo en esos momentos de silencio y serenidad en mi estudio, cuando el ruido del mundo desaparece y finalmente escucho mi propia voz. El método es menos importante que el acto de escuchar. La clave es permitirte explorar, sentir y descubrir tus propios ritmos y preferencias sin juzgarte. 

Paso 3: Evolucionar. 

El autoconocimiento no es algo que se logra de un día para otro. Es un proceso continuo. Con cada año, cada cambio, cada etapa, descubrirás nuevos aspectos de ti. 

El objetivo no es alcanzar una versión final de ti mismo, sino mantener la mente abierta, la curiosidad y la disposición para seguir explorándote. Las respuestas que buscas no están escondidas en algún lugar. Siempre han estado dentro de ti. 

La vida te brinda experiencias que te ayudan a descubrirlas, pero solo si creas el espacio y la paciencia para reflexionar. Con el tiempo, notarás patrones: lo que te da alegría, lo que te desafía y lo que te ayuda a crecer. 

Descubrirás cómo actuar con claridad, responder con empatía y vivir con mayor comprensión y paz. 

Evolucionar también significa aceptar el cambio como un compañero constante. No eres la misma persona de ayer, ni serás la misma mañana. Cada día es una oportunidad para aprender, adaptarte y convertirte en una mejor versión de ti, no porque tu pasado haya sido malo, sino porque tu potencial está esperando ser real. Paso a paso, reflexión tras reflexión, tu mundo interior se desarrolla y tu vida se transforma contigo.

Finalmente:  El arte de conocerse a uno mismo es el arte de vivir plenamente. Se trata de liberarse de las influencias externas, aceptar nuestra humanidad imperfecta y embarcarse en el continuo descubrimiento de quiénes somos. El camino puede ser difícil y despertar viejos dolores, pero siempre valdrá la pena.

Cuando te conoces de verdad, la vida deja de ser una sucesión de eventos difíciles de soportar. Comienzas a vivir con claridad, propósito y una alegría profunda e inquebrantable.

Paso a paso, momento a momento, tu mundo interior se expande, y con ello, tu perspectiva de la vida cambia. Conocerse a uno mismo no es un destino, sino el viaje más significativo que jamás emprenderás.

No se trata de llegar a un punto final donde todo esté resuelto, sino de caminar con curiosidad hacia adentro, descubriendo matices, luces y sombras que nos habitan. Cada paso revela una capa nueva, una respuesta distinta, o incluso nuevas preguntas que antes no sabíamos formular.

En este viaje no hay prisas ni mapas definitivos: lo que importa es la disposición a escucharse, a observarse con honestidad y compasión. Porque al comprendernos mejor, también aprendemos a relacionarnos de manera más auténtica con el mundo y con quienes nos rodean.

El autoconocimiento es, en realidad, un camino de toda la vida. Y quizá lo valioso no sea llegar, sino atreverse a recorrerlo.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.



 

Deja tus planes a un lado, aunque sea por un día.

septiembre 29, 2025


Una meditación sobre la importancia de soltar el control y abrazar las sorpresas de la vida.

No hago planes. Para mí, los planos se parecen a cadenas: listas que atan, normas que limitan, caminos demasiado rígidos donde la espontaneidad y la alegría pierden espacio.

Y cuando esos planes no se cumplen —como suele pasar— lo que queda es frustración. La mente insiste en dar vueltas, en reprochar y analizar en exceso, hasta que el cuerpo se desgasta bajo un peso que nunca necesitó llevar.

Por eso prefiere otra forma de vivir. Confío en el ritmo natural de las cosas, en la calma de lo que llega por sí mismo. Dejo que la vida se despliegue con su propio tiempo, sin imponerle el mío.

Al despertar, no es una alarma la que me obliga a abrir los ojos, sino el día que se enciende poco a poco. Me levanto sin prisa, sin un guion estricto, sólo con la disposición de recibir lo que venga. Cada mañana me recuerda que la vida ya es, antes de cualquier plan.

En esos momentos de quietud regreso a mí mismo. Escucho lo que necesito de verdad, sin ruidos ni presiones externas. Y en ese espacio aparece una claridad sencilla: que lo esencial no requiere esfuerzo, sino atención.

El mundo, lo sé, empuja en otra dirección. Pide correr, competir, alcanzar metas una tras otra. Yo elijo detenerme. Porque en la pausa descubro que la calma también es una forma de fuerza, y que la libertad se parece mucho a poder respirar sin apuro.

Por eso quiero invitarte, aunque sea por un instante, a probarlo.

Deja tus planes a un lado, aunque sea por un día. Permite que el tiempo se abra sin exigencias. Observa cómo continúa la vida, con sus estaciones, con sus gestos sencillos. Regálate la oportunidad de estar presente.

Porque en lo inesperado, en lo que no se controla, la vida revela lo más valioso: lo que siempre estuvo aquí, esperando a ser visto.

Vuelve a esta reflexión cuando lo necesites: para recordar que la calma es posible, que la fuerza está dentro de ti, y que nunca estás del todo solo.

Patricio Varsariah. 
 

La escritura como arte de comparación.

septiembre 25, 2025


Las palabras, como las flores prensadas, conservan momentos que nunca se desvanecen. Me encanta el concepto de comparación. No en el sentido de compararnos con los demás, porque ese tipo de comparación nos quita la alegría, sino en el sentido de comparar una cosa con otra para revelar una belleza oculta. Eso es lo que hacen las metáforas y las comparaciones. Con una simple frase, pueden convertir lo ordinario en extraordinario. 

Dos cosas diferentes se unen y, de alguna manera, crean un nuevo significado, una imagen que perdura. Es como abrir una ventana en la mente y dejar entrar una suave brisa. Cada vez que encuentro una comparación impactante, me detengo y la vuelvo a leer. 

Hay una chispa especial en ella, como el reflejo de la luz en el agua tranquila. Los escritores que usan estas imágenes no solo describen, sino que pintan con palabras, construyendo puentes entre mundos que no parecen tener nada en común, pero sí. Creo que estos hermosos conceptos ya existían, esperando que los notáramos. 

La naturaleza, en particular, ofrece infinitas metáforas si nos detenemos a observar. Un árbol que pierde sus hojas nos enseña sobre el desapego. La marea que vuelve a la orilla nos recuerda que la pérdida puede dar paso a la renovación. Un río que se abre paso a través de la piedra nos muestra cómo la paciencia y la perseverancia pueden moldear incluso los caminos más difíciles. 

Los escritores simplemente tomamos lo que la naturaleza ya nos ha susurrado y le damos forma en la página. 

Piensa en la poesía. Un poeta podría describir la tristeza como «una sombra que nos sigue incluso en el día más brillante» o la esperanza como «el primer pájaro que se atreve a cantar después de una tormenta». De repente, las emociones ya no son abstractas. Son compañeras vivas que nos acompañan. 

Todo en la vida tiene su propia belleza, pero la comparación la magnífica. Una flor no es solo una flor. Se convierte en «un secreto que la tierra susurra en color». Un cielo nocturno no son solo estrellas dispersas en la oscuridad. Se convierte en «un lienzo de terciopelo bordado con hilos de plata». 

La comparación toma lo que ya existe y nos enseña a verlo de una nueva manera. La esperanza, por ejemplo, puede imaginarse como una linterna en la tormenta, frágil pero aún brillante a pesar del viento. Los recuerdos son como flores prensadas, suavizadas y descoloridas por el tiempo, pero nunca desaparecen por completo. La bondad es como la lluvia que cae sobre la tierra seca: silenciosa, casi imperceptible, pero profundamente vital. La soledad, por otro lado, es como una silla vacía en una mesa llena, un recordatorio de lo que nos falta, incluso rodeados de gente. El coraje se podría comparar con una semilla que emerge con tenacidad de la tierra dura, frágil pero decidida a alcanzar la luz. 

El amor a menudo es como el fuego: cálido y reconfortante cuando se cuida con cariño, pero destructivo si se abandona. Los sueños son como estrellas lejanas, distantes pero que nos guían hacia casa. Y la sanación, quizás la más paciente de todas, es como el amanecer: no llega de golpe, sino lentamente, suavemente, con una luz que se vuelve cada vez más tenue antes de alcanzar su máxima intensidad. 

Estas comparaciones me recuerdan que escribir no se limita a poner palabras en una página. Se trata de capturar la vida de tal manera que los demás sientan algo: asombro, consuelo o reconocimiento. 

Por eso, realmente admiro a mis compañeros escritores que manejan este arte con tanta maestría. Con tan solo unas palabras, logran transformar el silencio en música, la vaciedad en significado y un momento ordinario en algo inolvidable. 

Y quizás esa sea la mayor belleza de la comparación: nos enseña a descubrir lo extraordinario que se esconde en lo cotidiano. 

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Tener fe es abrir la ventana a la luz, incluso en días grises.

septiembre 24, 2025


Mi vida, con todos sus altibajos, giros inesperados, me ha traído a este momento. Fueron necesarias cada una de las situaciones intrincadas, confusas y dolorosas que he vivido para traerme aquí, ahora mismo. Y admito que tengo un poco de miedo, y tengo la capacidad de sonreír incluso con una lágrima, tengo el coraje de pedir ayuda cuando la necesito y la sabiduría de aceptarla cuando me la ofrecen, así que creo que lo tengo todo. Solo tengo que creerlo para poder dar el siguiente paso.

Todos tenemos el dolor causado por problemas de salud, y cuando experimentamos este tipo de dolor solemos decir que no tenemos nada que agradecer, porque olvidamos algo importante de lo que estamos pasando: el dolor de un problema de salud es SÓLO para toda la vida, para los que aún tenemos la oportunidad de una vida. 

Hace unos años, conocí a una persona en el hospital. Me dijo que lo único que lamentaba era no haber apreciado cada año con la misma pasión y propósito que había tenido en los dos últimos años de su vida, tras ser diagnosticada con cáncer terminal. "He logrado mucho últimamente y aprecio mucho cada paso", dijo. "Si lo hubiera sabido, habría empezado antes".

Sus palabras me hicieron sentir mucha tristeza y una sonrisa a la vez. Lo verdaderamente milagroso fue ver la gratitud genuina en sus ojos en ese momento. Estaba sinceramente agradecido por haber logrado todo lo que había logrado en los últimos dos años. Y su sentimiento siempre me ha acompañado. Así que, aunque estoy de acuerdo en que los problemas de salud nunca son agradables y a menudo pueden ser muy dolorosos y debilitantes, el dolor aún puede ser mediado por un sentimiento de gratitud por estar vivo. Por tener aún la oportunidad de seguir adelante. Por tener una vida que valga la pena, desde el momento hasta el preciado momento.

La muerte es una de las realidades más difíciles de afrontar. La persona que dio sentido a nuestra vida ya no está (al menos no en persona), y no somos los mismos sin ella. Tenemos que cambiar nuestra forma de ser: ahora somos un mejor amigo que se siente solo, un niño sin madre, una viuda en lugar de esposa, un padre sin hija o un vecino de alguien nuevo. Queremos que la vida sea como era antes de morir, y sin embargo, nunca lo será. 

¿Pero podemos estar agradecidos por tener el don de esta persona en nuestras vidas? Sí…

He lidiado con la pérdida de mis padres y, últimamente, de mi madre, así que sé por experiencia que cuando pierdes a alguien sin quien no puedes imaginar vivir, se te abre el corazón. Y la mala noticia es que nunca se supera del todo la pérdida, nunca se olvida. Sin embargo, al revés, poco a poco aprendemos que esta también es la buena noticia.

En definitiva, entiendo que, si bien la muerte es un final, también es una parte necesaria de la vida. Y aunque estos finales suelen parecer tristes, son esenciales para apreciar la belleza; de lo contrario, es imposible valorar a una persona o algo, pues carecerían de límites. Los límites realzan la belleza, y la muerte es el límite definitivo, un recordatorio para valorar a esa persona especial y apreciar la maravillosa vida que tenemos. La muerte también es un comienzo, porque, aunque hayamos perdido a alguien querido, este final, como la pérdida de cualquier situación valiosa, es un momento de renovación.

Aunque sea profundamente triste, nos impulsa a reinventar nuestras vidas, y en esta reinvención, nos brinda la oportunidad de experimentar la belleza de maneras y en lugares nuevos e inesperados. Finalmente, la muerte es una oportunidad para celebrar la vida de esa persona y agradecer la belleza que nos mostró.

Todos necesitamos estos buenos consejos de vez en cuando...

Porque fácilmente olvidamos lo importante que es afrontar las pérdidas inesperadas y los cambios difíciles que nos depara la vida (por mucho que tratemos de evitarlos). Olvidamos enfrentar el dolor y los pensamientos negativos, y aprovecharlos para levantarnos y seguir adelante.

Sí, debemos recordar levantarnos y hacer lo que necesitamos para ser felices. Las cosas que nos asustan. Las que nadie más puede hacer por nosotros. Las que marcan la diferencia entre simplemente existir y vivir plenamente, entre conocer el camino y recorrerlo, entre una vida de promesas vacías y fracasos y otra llena de felicidad, esperanza y paz.

De hecho, millones de personas viven su vida sin personalizarla, sin darse cuenta de que pueden hacerlo. No seas uno de ellos. No te conformes con la vida predeterminada. No tengas miedo. No dejes que tus expectativas te impidan ver la belleza de tu propia vida.

Ten fe.

Patricio Varsariah
 

Somos arquitectos de nuestra realidad.

septiembre 24, 2025


De joven, siempre buscaba gratificaciones inmediatas porque carecía de paciencia a corto plazo. Sin embargo, con el paso de los años y la madurez, en cuanto a la proyección de futuro y el logro de metas, la necesidad de inmediata no es tan intensa. Podemos esperar largos periodos hasta que llegue nuestro momento.

A veces, la ansiedad de esperar mucho por algo trae como consecuencia la decepción de que ese algo sea inesperado. A menudo nos dicen que esperar siempre vale la pena, que hay que tener paciencia porque las cosas siempre llegan.

He aprendido con el tiempo que, si lo deseas, nuestra vida empezará a cambiar en el momento en que dejes de esperar y ajustamos tus expectativas a la realidad. Debemos ser agentes activos de nuestro presente, creadores de nuevos pensamientos y emociones que impulsen nuevas acciones.

Hay muchas personas que hacen de su existencia una antesala eterna donde todo se sueña, pero donde nada llega. Por otro lado, otras experimentan una retroalimentación muy negativa ante estos estados de postergación de la recompensa o de ese objetivo vital.

Es evidente que no todas las personas enfrentan las situaciones de espera de la misma manera: mientras algunas se impacientan, otras optan por acomodarse a ellas. En este último caso, emerge lo que diversos autores han denominado un «mal moderno»: la procrastinación, entendida como la tendencia a posponer sistemáticamente aquellas tareas u obligaciones que deben ser atendidas en el presente.

Conviene señalar que la procrastinación no puede ser reducida únicamente a la pereza. Se trata, más bien, de un fenómeno de naturaleza social y psicológica que implica el aplazamiento de actividades, bajo la expectativa —en muchas ocasiones infundada— de que el futuro ofrecerá mejores condiciones para su resolución.

El individuo que procrastina tiende a sobreestimar el tiempo disponible para cumplir con una tarea o proyecto. Suele postergar la acción en espera de un supuesto “momento oportuno” que, en la práctica, rara vez coincide con el aquí y ahora. Este comportamiento no se restringe a quienes llevan un estilo de vida pasivo; También se manifiesta en sujetos altamente activos y creativos, que disfrutan formulando ideas y proyectos, pero que con frecuencia los abandonan sin concluirlos al verso atraídos por nuevos metas u objetivos.

Las cosas nunca llegan solas; Es posible que el destino nos traiga suerte en un momento dado, pero esto no es muy frecuente. El futuro no resuelve las cosas si no propiciamos el movimiento con antelación; la acción y el deseo de cambio están en nuestra mente. 

Deja de esperar y tu realidad será diferente. Vives mejor sin esperar nada de nadie y esperándolo todo de ti mismo.

Debemos aprender a dejar de vivir en modo espera: debemos ser arquitectos de nuestra realidad. Aunque dicen que todo llega para quienes saben esperar, en realidad, vivir en modo espera puede llevarnos a un estado de frustración e impotencia desesperados. Es muy peligroso posponer las cosas o esperar a que el futuro nos traiga, por sí solo, nuestras metas; Debemos ser agentes activos de nuestra realidad.

Dejemos de centrar nuestras expectativas sólo en el mañana: con esto no quiero decir que no debamos tener en cuenta el futuro, pero para que el futuro que soñamos sea factible es necesario actuar en el aquí y ahora.

Dejemos de esperar tanto de los demás: tener expectativas altas en quienes nos rodean nos trae sufrimiento. Esperamos resultados en nosotros mismos, adoptamos una actitud realista sobre lo que nos rodea y seamos receptivos en lugar de exigentes con quienes nos rodean.

No existe una vida perfecta, pero sí un estado en el que podemos ser felices. 

Con esta idea, una vez más, se resume el peligro de establecer expectativas altas. La perfección no existe, pero sí tiene ese maravilloso equilibrio que te permite ser tú mismo y sentirte orgulloso de lo que tienes.

Fortalezcamos nuestra capacidad de actuar y decidir sin miedo. Ser protagonistas de nuestra historia nos obliga a ser agentes activos de transformaciones continuas que debemos llevar a cabo sin temor.

A veces pasamos el tiempo soñando con un futuro que, cuando llega, no nos trae nada nuevo. Entonces volvemos a esperar, a proyectar. En lugar de frustrarnos, deberíamos ser capaces de iniciar un cambio, diseñar un plan, salir de la zona de confort, tocar la luna con la punta de los dedos siempre que sea posible... 

En definitiva, corresponde aspirar a metas que estén a la altura de nuestro potencial.

Saludos.

Patricio Varsariah.
 

La ira no es necesariamente justicia.

septiembre 24, 2025


Ya sufriste una decepción. No te abras fuego a ti mismo para demostrarlo. Alguien te hizo daño. Te enfadó. Abusó de tu confianza. Te hizo perder dinero. E incluso te humillo. Quizás te lastimó. Es horrible. Pero ¿de verdad tienes que empeorar las cosas? Ya pasó. Ya has invertido suficiente tiempo y energía en ello. Sin embargo, aquí estás, reviviendo la experiencia. Furiosa. Quizás planeando tu venganza. Pero estás duplicando el daño. A veces, hasta lo triplicas. Te costará más tiempo y te generará más estrés emocional.

La mejor venganza no es ser como quien te hizo daño. La mejor venganza no es gritar más fuerte ni pasar semanas pensando en ello. La mejor venganza es mantener la calma y ser tú misma. Por difícil que parezca, es la mejor manera de avanzar. No dejes que el drama emocional de otra persona te arrastre a su nivel.

Una crisis de ira en un adulto no es nada bonito.

Inconscientemente decimos y hacemos todo lo que no deberíamos. La gente maldice, cierra las puertas de golpe y hace cosas emocionalmente inaceptables. Las crisis de ira empeoran las cosas. Pero aún así las provocamos. Es tan difícil soltarlo, que la gente prefiere sufrir mentalmente.

Es una locura temporal que nos hace dañar permanentemente nuestra paz interior. Por eso, mi consejo más sencillo y contundente es: esperar. El mejor remedio para la ira es esperar. Tómate un minuto. Sal de la situación. O controla la emoción cuando está a punto de estallar. Siempre haz una pausa. A veces, la mejor respuesta es no hacer nada. Sal de la habitación si es necesario. Así permite que la emoción pase antes de hacer algo de lo que te arrepentirás. Una reacción impulsiva siempre causará más daño. Una respuesta desde la calma te permite recuperar el control.

Esperar es tu arma secreta.

Se necesita práctica. Pero lo lograrás. No caigas en la trampa. No dejes que la reacción de otra persona te arrastre a su nivel. Ni afectate toda tu semana. Que te haga malhumorada con tus hijos o te impida concentrarte en el trabajo. E incluso puede arruinar tu sueño. El precio que pagarás por encima de cómo te sientes no vale la pena. La mayoría de las personas reviven el dolor. Y lo agudizan. Pero al no alimentar la situación, evitas caer en un círculo vicioso y recupera el control. 

Cada vez que demoras una reacción, mantienes la ventaja. Rechaza pagar dos veces por la misma ofensa. La mitad del dolor en la vida no proviene de lo que nos sucede, sino de la historia que nos contamos después. 

Rehacer la venganza en tu mente significa pagar por la experiencia cien veces. ¿Para qué? La ira no es necesariamente justicia. Es el interés de una deuda que ya pagaste. No te convertirás en lo que odias. Si fueron imprudentes, sé prudente. Si fueron crueles, sé amable. Si fueron deshonestos, sé honesta. Eleva tu nivel. No por ellos, sino por ti. Para proteger tu bienestar: lo más valioso que tienes. 

Deja de discutir mentalmente sobre lo que debían haber hecho. Deja de fantasear sobre lo que podrías decir. La verdadera victoria, la verdadera venganza, es la paz interior. No pierdas más tiempo discutiendo sobre lo que debe ser una buena mujer o un buen hombre. Sé uno simplemente no empeorando las cosas. Toma una decisión calmada y meditada sobre lo que harás. 

Quizás necesites una conversación directa. Quizás deberías dejarlo ir y seguir adelante. Pero lo harás desde la fortaleza, no desde un estado emocional reactivo. Ya te quitaron algo. No les des el resto de tu día, tu semana o tu tranquilidad. La ofensa inicial puede ser su culpa. Todo lo demás depende de ti. Así que asúmelo. 

No necesitas regañar a tu enemigo sobre moralidad. No necesitas demostrarles que están equivocados en Instagram. Ni siquiera necesitas ganar la discusión. Solo vive mejor. La vida es dura. Usa tu energía emocional con sabiduría. No dejes que su error ocupe espacio en tu mente gratis. 

Apegarnos a la ira es como agarrar un carbón encendido con la intención de lanzarlo a alguien; uno mismo se quema. Ya sufriste una decepción. No te castigues por ello.

Las pérdidas y las frustraciones son parte inevitable de la vida. Habrá personas que te engañarán y situaciones que no saldrán como esperabas. Eso no siempre depende de ti. Lo que sí está en tus manos es decidir cuánto permites que eso te afecte, si añades más dolor al que ya has vivido o eliges liberarte.

No malgastes tu energía en batallas que solo te dejarán heridas más profundas. No te enredes en resentimientos ni en luchas que no valen la pena. La mejor respuesta, la verdadera venganza, siempre será vivir en libertad y en paz contigo mismo.

Mantén la calma. No dejes que el mal comportamiento de otros defina quién eres. Lo peor que puedes hacer es sufrir una injusticia dos veces: primero por lo que te hacen, y después por tu propia actitud frente a ello.

Elige distinto. Elige la serenidad, la bondad, la dignidad. Aunque te hayan puesto el camino difícil, no te rindas. Porque tu fuerza no está en lo que pasa, sino en cómo decide responder.

Si en estas palabras encuentras consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

Patricio Varsariah.


 

Cuidado con la monotonía de una vida agitada.

septiembre 21, 2025

Tu cuerpo ha acumulado tanta fatiga que ni siquiera recuerda la última vez que hizo algo sin prisas. Ese tipo de descanso que ni cinco tazas de café pueden remediar. Llevas años funcionando con una energía al 1%. Algunos viven en un modo de supervivencia. Han olvidado cómo descansar. Han convertido el tiempo libre en otra meta a optimizar. 

Los españoles, en especial del sur de España, conservan una tradición singular: descubrieron el valor del descanso mucho antes de que la industria del bienestar lo transformara en aplicaciones y velas aromáticas. Se trata de la siesta, el reposo vespertino, a la que también se denomina ‘la dulzura de no hacer nada’

La siesta es una rebelión contra el culto a la actividad constante. No es un “domingo de autocuidado”. Es desconectar a mitad del día, mientras el resto del mundo sigue persiguiendo la productividad como si dependiera de ello. Es un acto filosófico y sin disculpas de alejarse del “trabajo”. Las tiendas cierran. Las persianas bajan. Literalmente. Pueblos enteros se toman un descanso. De aproximadamente 12 a 3 pm, todo el pueblo cierra. El mundo se detiene para un ritual sagrado de relajación. 

La siesta impone una pausa colectiva. No solo una persona tomando una siesta. Sino todo un entorno que dice: “Alto. Es hora de descanso”. No puedes comprar comida. No puedes ir de compras. No puedes fingir estar ocupado. Te obligan a vivir. Quizás duermas. Quizás no hagas nada. O simplemente hables con alguien. Ese es el punto.

El “descanso” se convierte en cultura. Casi todo vuelve a funcionar si lo desconectas por unos minutos, incluido tú”. El sosiego permite un descanso de calidad en un estilo de vida frenético. Y ese es su genio.

Sé lo que piensas: “Eso nunca funcionaría donde vivo o trabajo”. Es cierto. 

Hemos organizado nuestros días para aprovechar al máximo cada minuto. ¿Pero a qué precio? Hemos perdido el ritmo natural de la vida. La siesta se basa en principios antiguos fundamentales que nuestra cultura del estrés ha rechazado rotundamente. El descanso no se gana; es inherente. No tienes que "excederte en el trabajo" para merecer un descanso. Tu existencia es suficiente. La gente se toma un respiro deliberadamente. 

En las grandes ciudades, no estoy tan seguro. Pero para el español "tradicional", no hay culpa. Un descanso no es una recompensa por buen comportamiento. Es una parte esencial de la condición humana. Me da igual cuántos correos tengas. Tu bienestar es más importante que tu productividad. La mayoría solo se toma el descanso en serio cuando el cuerpo protesta. No se están dando un capricho. Se están recargando. 

La cultura del estrés ve el tiempo como un recurso que se gasta, se agota y se pierde para siempre. Se glorifica estar ocupado y se presume de dormir solo cuatro horas. 

La siesta ve el tiempo como las estaciones. El día tiene su ritmo: tiempo para trabajar, para la familia, para comer, para descansar. Y se respeta cada parte. No se pasa por alto el descanso para empezar antes el siguiente periodo de trabajo. Se rompe el ciclo. Se crea un ciclo donde la energía se recarga, no se agota. La mayoría ve una tienda cerrada y piensa: "pérdida de ingresos". Los españoles ven una tienda cerrada y piensan: "vida preservada". ¿Qué cálculo es más acertado a largo plazo? 

La siesta también se trata de conexión. Es el almuerzo largo con la familia donde la comida es secundaria a la discusión sobre fútbol. Es el paseo sin destino. Y el tiempo consciente lejos de las pantallas. Es la práctica activa y consciente de no hacer nada "productivo". Piensas que no puedes hacerlo. Tu trabajo no te lo permite. Tu vida es muy ajetreada. Esa es la historia que la cultura del estrés quiere que creamos. 

Puedes empezar poco a poco. No necesitas cancelar toda tu agenda. Empieza por tu mente. Cierra las ventanas de tu mente. Solo 30 minutos un día, desconecta de la productividad. No "en mi descanso, revisando el móvil". Cierra todo y desconecta. Sal a dar un paseo a un lugar agradable. Que esté cerca para poder volver si tienes algo pendiente. Puedes tomar algo y simplemente mirar por la ventana. 

Quizás no puedas parar a mediodía. Está bien. Pero puedes crear pequeños momentos de «quietud». Cierra la portátil. Guarda el móvil. Dedica 20 minutos a tu descanso. Defiende ese tiempo como si fuera sagrado. Porque lo es. Nunca te preguntes: «¿Me merezco un descanso?». Pregúntate: «¿Por qué pensé que no?». 

Deja que tu mente divague. Al principio te parecerá extraño, incluso te sentirás culpable. Pero no le hagas caso a esos pensamientos. Ese es el paso práctico que debes dar para mantener tu equilibrio mental. Nadie te va a dar permiso para descansar. Tú mismo debes tomar esa decisión. Si no cuidas tu tiempo libre, nadie más lo hará. Descansar no significa ser improductivo; es parte fundamental de la productividad. Debes defenderlo con la vehemencia de un español de pueblo que defiende con todas sus fuerzas su «tiempo sagrado». 

La «siesta» es una protesta contra la tiranía de la sobrecarga de trabajo. Es la idea radical de que el verdadero lujo, la verdadera genialidad, reside en comprender que somos seres humanos, no máquinas de trabajo. La tienda está cerrada. Ve a descansar. Sea lo que sea el descanso para ti. Encuéntralo. Y descansa. No lo hagas solo para ser más productivo después. Descansa para revitalizarte. 

La genialidad de la «siesta» no es un secreto. Es un secreto que nos negamos a ver. Nos han hecho creer que la quietud es estancamiento. Que el «descanso de calidad» es abandonar. Es todo lo contrario. Este descanso deliberado es lo que impulsa todo lo demás. Es el motor de una vida plena. 
Tienes una opción. Puedes seguir agobiado, confundiendo la actividad con la vida. O puedes empezar a reservar tiempo para el «no hacer nada», para tu propia renovación. No estés disponible durante tu «sosiego», para estar disponible contigo mismo. Ese es el punto. Y cuando vuelvas, harás tu mejor trabajo. 

Si en estas palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

Patricio Varsariah.
 

Lecciones que florecen al soltar lo que ya fue.

septiembre 20, 2025

Si alguien está trabajando en sí mismo y mejorando, no es necesario seguir recordando su pasado. Las personas pueden cambiar y crecer. Sabes que es cierto. Pero ¿te has dado la oportunidad de cambiar y crecer tú también? ¿Has dejado de aferrarte al pasado para poder avanzar?

Si estás negando con la cabeza, no estás sola o sólo. A veces todos caemos en la trampa de nuestros apegos. Simplemente no nos damos cuenta de lo a menudo que bloqueamos las bendiciones del presente al aferrarnos a todo.

Por eso, aquí les comparto una breve historia real sobre la vida y el arte de soltar el pasado… Cuando las historias del pasado nos detienen porque no tienen corazón ni rostro. Porque las historias no tienen vida; no son personas. Son solo historias.

Solo historias que vivimos... Sí… Y de las que aprendemos. Lecciones difíciles que aprendemos poco a poco al soltar el pasado.

A lo largo de los años, ha aprendido y aplicado muchas lecciones valiosas que me permitieron superar mi difícil pasado y seguir adelante con mi vida. Aquí les comparto cuatro lecciones prácticas, que trasmiten a la vez la dificultad de dejar ir y la belleza que nace de ese proceso.

1. Puedes tener una historia del pasado muy dolorosa sin que esta domine tu vida actual. En el momento presente, todos experimentamos algún tipo de dolor: enojo, tristeza, frustración, decepción, arrepentimiento, etc.

Observa ese dolor en ti, examínalo detenidamente y reconoce que se debe a la historia que tienes en tu mente sobre lo que ocurrió en el pasado (ya sea reciente o lejano). Tu mente puede insistir en que el dolor se debe a lo que ocurrió (y no a la historia que tienes en tu mente), pero lo que pasó en el pasado ya no está sucediendo ahora. Ha terminado. Ha pasado. Pero el dolor persiste porque sigues repitiéndote inconscientemente esa historia sobre ese suceso pasado.

Ten en cuenta que "historia" no significa "historia falsa". Tampoco significa "historia verdadera". En este contexto, la palabra "historia" no implica verdad o falsedad, ni juicio de valor alguno. Simplemente es un proceso que ocurre en tu mente: Recuerdas algo que sucedió. Te percibes inconscientemente como víctima de ese suceso. El recuerdo de lo ocurrido te genera una fuerte emoción.

Así que simplemente observa tu historia, sin juzgarla ni juzgarte. Es natural tener una historia; todos tenemos historias. Reconócela tal como es. Y reconoce que te está causando dolor. Luego, respira profundamente, y otra vez… La paz interior comienza en el momento en que respiras profundamente y decides no permitir que el pasado domine tus pensamientos y emociones actuales.

2. Una parte importante de soltar el pasado es darse cuenta de que, en realidad, no hay nada a lo que aferrarse. Todo aquello del pasado al que nos aferramos desesperadamente, como si fuera algo real, sólido y eterno en nuestras vidas, en realidad no existe. O si existen de alguna forma, son cambiantes, fluidas, efímeras, o simplemente historias imaginarias en nuestra mente. 

La vida se vuelve mucho más fácil cuando comprendemos esto. Imagina que tienes los ojos vendados y estás nadando en el centro de una gran piscina, intentando desesperadamente agarrarte al borde, que crees que está cerca, pero en realidad está lejos. Intentar agarrarte a ese borde imaginario te estresa y te agota, mientras nadas sin rumbo, tratando de aferrarte a algo que no existe. Ahora imagina que te detienes, respiras profundamente y te das cuenta de que no hay nada cerca a lo que agarrarte. Solo hay agua a tu alrededor. Puedes seguir luchando por agarrarte a algo que no existe... o puedes aceptar que solo hay agua y relajarte, flotando. 

Hoy te invito a preguntarte: ¿Qué recuerdo del pasado aún intento aferrarme con tanta fuerza? ¿Cómo me afecta en el presente? Imagina que eso a lo que te aferras no existe. Visualízate soltándolo... y flotando. ¿Cómo podría cambiar tu vida a partir de ahora? 

3. El dolor sutil que aún sientes puede sanar a través de la compasión hacia quienes sufren contigo. Cuando aún estamos procesando una experiencia dolorosa del pasado, es fácil sentir que la estamos viviendo solos, como si nadie más pudiera comprender cómo nos sentimos. Subconscientemente, nos colocamos en el centro del universo y vemos todo desde nuestra perspectiva, sin importar a los demás. 

Pero al crecer a través del dolor y ampliar nuestros horizontes, vemos que nuestro egocentrismo solo agrava nuestra tristeza. Y nos damos cuenta de que prestar atención a los demás puede ayudarnos. Es una de las grandes paradojas de la vida: cuando servimos a los demás, terminamos beneficiándonos tanto o más que quienes servimos. Así que, cuando sientas el dolor del pasado, cambia tu enfoque de tus circunstancias a las de quienes están cerca o lejos. 

¿La forma más sencilla de hacerlo? 

Practica usar tu respiración como un punto de anclaje para la sanación global. Inhala la emoción dolorosa que estés sintiendo y exhala el consuelo y la paz para todos aquellos en el mundo que están sufriendo contigo.  Si sientes remordimiento, inhala todo el remordimiento del mundo… y exhala gratitud por los buenos momentos.

Haz esto durante uno o dos minutos, tantas veces como sea necesario, imaginando cómo el dolor de quienes te rodean, tanto cerca como lejos, entra contigo en cada inhalación, y cómo una sensación de compasión y reconciliación se irradia hacia quienes sufren al exhalar. En lugar de huir de tu pasado y del dolor que te causó, lo aceptas... lo integras. Y también piensas en los demás, lo que te saca de esa trampa de la autocompasión y el egoísmo. 

4. Siempre hay algo por lo que estar agradecido. Incluso cuando tu pasado intenta arrastrarte hacia atrás, puedes concentrarte conscientemente en las bendiciones de tu presente. 

¿Qué ves de bueno en tu vida ahora? Agradece lo positivo: tu salud, tu familia, tus amigos, tu hogar. Muchas personas no tienen estas cosas. Recuerda que la verdadera riqueza no reside en tener mucho, sino en necesitar poco. La riqueza es una actitud mental. Desea menos y aprecia más. Dicho más fácil que hecho, claro, pero con práctica, la gratitud se vuelve más natural. Y al practicarla, transformas tus dificultades pasadas en momentos de libertad. 

En definitiva, la felicidad reside en aceptar la vida tal como es, sin expectativas, y apreciarla sinceramente. Al final de este día, antes de dormir, concíliate con tu pasado y agradece lo que tienes ahora. La vida tiene su belleza.

Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante, lo escrito queda, pero la vida continúa escribiéndose en ti.

Patricio Varsariah.

 

No les tengas miedo a tus miedos.

septiembre 19, 2025

El miedo es un mal consejero disfrazado de forma convincente. Y su mayor crimen no es solo lo que nos hace sentir, sino lo que nos hace deshacer. Corrompe lo que podría haber sido. El miedo intercambia un futuro impredecible por la comodidad predecible del presente.

Es un mal negociador. He dejado de escuchar sus sólidos argumentos.

La mediocridad garantizada que ofrece a cambio de un futuro potencialmente brillante no vale la pena. Pero la mayoría de la gente acepta el trato. Cada vez que dudamos, le damos demasiadas vueltas, decidimos "esperar el momento adecuado", estamos firmando ese contrato. ¿Esa conversación difícil que no iniciaste por miedo al rechazo? Corrompida. ¿La idea que no presentaste por miedo a parecer ridículo? También está corrompida. El viaje que no hiciste, el trabajo al que no postulaste, la persona en la que no te convertiste.

Todos están en la lista de la corrupción.

No por el fracaso, sino por el miedo a él. El miedo elimina todas las ramificaciones que podrían haber surgido de él. Es un ladrón de futuros alternativos. Pero insistimos en apelar a la "realidad" o a la "seguridad". Prefiero tener hermosas cicatrices de intentos que un vacío existencial.

La única manera de evitar que el miedo corrompa tu potencial es "razonar" con él. No puedes superar un sentimiento con lógica. Actúas a pesar de él. Haces esa llamada. Envías el correo electrónico. Dices lo que tienes que decir. Lo haces con miedo. La acción es el antídoto. Cada vez que actúas contra el miedo, lo avivas. Debilitas su voz para la próxima vez. Demuestras que la mentira es falsa.

No digo que tomes el camino de la "imprudencia ciega". Digo que alinees tus acciones con tus deseos, no con tus ansiedades.

Tu potencial es la suma de tus decisiones incorruptas. Es la versión de ti que existe al otro lado de ese miedo. Esa es la verdadera corrupción. El miedo no solo te impide conseguir lo que quieres. Te impide convertirte en quien debes ser.

El miedo es una elección. No sentirlo es un hecho. Pero obedecerlo es tu responsabilidad.

La corrupción no es inevitable. Es una rendición. Eres tú, aceptando una vida congelada. Deja de negociar. Deja de racionalizar. Alimenta tu vida con acción, no con ansiedad. El objetivo no es ser intrépido. Nunca desaparece. No les tengas miedo a tus miedos. No están ahí para asustarte. Están ahí para hacerte saber que algo vale la pena. 

El objetivo es convertir tu miedo en un espectador, no en tu coach de vida. Déjalo en las gradas mientras sigues adelante con tu vida. Lo que pudo haber sido siempre es una tragedia. Lo que aún podría ser depende completamente de ti. Tu vida es tuya para corromperla o vivirla. 

Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante. Tú tampoco estás sola o solo.

Te envío un susurro de "gracias".

Patricio Varsariah.

 

Simplifica tu vida. Protege lo que realmente importa.

septiembre 19, 2025



Detente un momento y pregúntate: ¿cuánto dinero es realmente suficiente? 
¿Puedes decir la cantidad exacta de dinero que, una vez que la ganes, te traiga paz, te permita dejar de perseguir metas y simplemente vivir?

En serio. ¿Puedes?

La mayoría de nosotros no podemos. Crecemos con la misma idea en mente: trabajar duro, ascender en la carrera profesional, ganar más.

A los hombres, en particular, se nos enseña que su valor se mide en números: su salario, su puesto, las cosas que pueden comprar. Se presenta como amor, como deber, como éxito: “Procura el bienestar de tu familia. Bríndales la vida que se merecen”. Y muchos hacen eso, aunque les cueste la salud, la tranquilidad y, a veces, su propia identidad.

Pero detengámonos aquí.

El dinero es necesario. Claro que sí. Sirve para comprar comida, pagar el alquiler, mantener la luz, nos da opciones. Nos permite dormir tranquilos sin preocuparnos de cómo alimentaremos a nuestros hijos al día siguiente. Eso es un regalo, un verdadero y valioso regalo.

Pero más allá de eso, ¿qué estamos persiguiendo realmente? ¿Trabajamos por sobrevivir o corremos porque la sociedad nos ha dicho que no hay meta final?

Nos decimos que lo hacemos por nuestros seres queridos. Decimos: “Lo hago para que tengan un mejor futuro”. Es noble, sí, pero ¿es también una excusa para seguir corriendo? ¿Y les estamos dando lo que realmente necesitan, que es nuestra presencia, o solo una versión de nosotros que está siempre cansada, ocupada y distraída?

Compramos más cosas y lo llamamos éxito. Nos quedamos tarde en la oficina y lo llamamos ambición. Nos perdemos cenas, conversaciones, cumpleaños y lo llamamos sacrificio.

Pero ¿para qué sacrificamos todo eso? ¿Y si las personas por las que decimos que lo hacemos prefieren más tiempo que más dinero?

Esta es la parte de la que casi nadie habla: el verdadero costo de esta carrera no siempre se mide en billetes, sino en horas ausentes, en salud descuidada, en vínculos debilitados. Detenerse a definir qué es “suficiente” no es renunciar a crecer, es asegurarse de que la vida que construimos tenga sentido para quienes más importan: los que caminan con nosotros.

Si tu trabajo te quita la alegría, si te sientes vacío al final del día, si ya no te reconoces porque solo vives para trabajar, entonces el precio es demasiado alto. Si estás tan ocupado que no tienes tiempo para llamar a un amigo que te necesita, para sentarte con tu hijo y escucharlo atentamente, o incluso para escuchar tu propia voz interior, entonces detente. 

Por favor. Respira hondo. Hazte las preguntas que has estado evitando: ¿Estoy seguro de que viviré lo suficiente como para disfrutar del dinero que estoy acumulando? ¿Estoy sacrificando el presente por un futuro incierto? Si muriera mañana, ¿me sentiría orgulloso de la vida que estoy viviendo? 

No hay una cifra mágica que represente la felicidad. Pero sí hay una forma de medir una vida plena. ¿Puedes dormir tranquilo esta noche, sin que te invada la ansiedad? ¿Tienes tiempo para charlar con un amigo, reír con tus hijos, compartir una comida con alguien querido? ¿Todavía te hacen sonreír los pequeños momentos cotidianos? 

Si la respuesta es no, quizás sea el momento de tomarse un respiro, aunque sea un poco, y recordar por qué empezaste a correr detrás de todo esto. Porque la verdad es esta: una casa no es un hogar si no hay amor. Una cuenta bancaria llena no tiene mucho valor si no hay recuerdos que la acompañen.

Los momentos más hermosos de la vida, los que nos hacen sentir vivos, suelen ser los más simples y económicos. Un paseo tranquilo al atardecer. Una taza de té con alguien que te entiende. Una larga conversación que te hace olvidar el tiempo. Esos son los recuerdos que quedarán. 

Simplifica tu vida. Protege lo que realmente importa. Conserva lo que necesitas y despreocúpate de lo que solo te genera ansiedad. Elige la presencia sobre la búsqueda constante. Tienes el poder de dejar un legado diferente: no solo de riqueza, sino de bondad, alegría y cariño. Deja una huella que haga sonreír a quienes te recuerden, no solo una lista de bienes materiales. 

Así que detente. Respira. Pregúntate para qué realmente vives, no solo qué estás acumulando. Porque una cuenta llena no vale nada sin recuerdos que la acompañen.

Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante, lo escrito queda, pero la vida continúa escribiéndose en ti.

Patricio Varsariah.

 

Errores, logros y el verdadero valor de un niño.

septiembre 19, 2025

El amor no es condicional, el amor y el desarrollo emocional de una persona dependen en gran medida de sus primeras experiencias. Por lo tanto, sembrar las semillas del amor determinará su capacidad para amar y desarrollarse de forma sana. 

Amar a un niño incondicionalmente no significa aplaudir cada acción ni evitar poner límites. Significa acompañarlo con paciencia, corregir desde el respeto y recordarle, con hechos y palabras, que su valor no depende de los errores o de los logros, sino de quién es. Solo así podrá crecer con la certeza de que, aun en la caída, siempre habrá un lugar seguro para levantarse.

Si le transmitimos a un niño la idea de que si hace las cosas bien (o lo que se entiende por bien), recibirá más, el niño terminará entendiendo que su éxito depende de su valor personal. Así que cuando el niño comete un error, no nos sorprenderemos si reaccionamos exageradamente, etiquetándolo de inepto y fracasado, cuando lo que realmente queda grabado en su mente es que, si no se logra lo que se espera, es un "tonto y mediocre". Suena duro, pero para un niño es aún peor. 

¿Cómo sostener una casa de paja con pilares? Cualquier golpe la derrumbará. En estas condiciones es imposible construir una identidad individual sólida y una capacidad emocional sana.

Uno de los pilares de una buena educación emocional es que los niños siempre se sientan queridos y, sobre todo, que se consideren dignos de amor. Es importante porque nuestras primeras experiencias con el mundo siempre marcan nuestro desarrollo emocional, tejiendo una red que conecta nuestra capacidad de sentir y amar con nuestro ser. 

Nunca debemos depender de nuestro comportamiento, palabras, éxitos o fracasos. Por lo tanto, es importante que nos deshacemos de ciertas ideas comunes si queremos que los niños entiendan que el amor no tiene condiciones.

No podemos decirles a los niños que, si no hacen algo, no les daremos amor; no podemos chantajearlos con el afecto, el cariño no es un objeto de negociación. Debemos tener claro que el niño es una persona que un día será un adulto y se sentirá realizado o destrozado. ¿Qué preferimos? 

Todos merecen amor por quienes son, no por lo que hacen ni por sus logros. Así que, si "comportarse bien o cumplir con un estándar" no resulta en afecto, no cumplirlo no debería ser una amenaza. Ningún niño debería creer que el amor tiene condiciones.

Es importante proteger a los niños, cuidar su inocencia con amor y respeto. Recordemos que los niños queridos se convierten en adultos que saben amar, respetar y cuidar. Probablemente muchos de nosotros crecimos en un ambiente donde el amor tenía condiciones. Muchos otros han pagado las consecuencias de haber crecido bajo estos principios. 

Cualquiera sea nuestra situación, las dificultades pueden surgir en cualquier etapa de nuestra vida. Sin embargo, si no sanamos las heridas emocionales relacionadas con el amor, estas pueden tener un gran impacto en nuestra vida adulta.

¿Por qué? Porque se supone que un adulto debe tener una vida emocional equilibrada. Aunque sabemos que esto no siempre es así, anhelamos ser amados incondicionalmente, sin tener que "aprender" o "reaprender" qué significa el amor. 

Al final, deseamos contar con alguien que nos ame y que esté a nuestro lado sin importar qué. Pero la realidad es que no es tan simple y podemos llegar a huir o condicionar nuestro afecto o amor.

Así, encontramos patrones en los que el amor inalcanzable puede resultar egoísta. 

En definitiva, estas personas creen que el amor consiste en obtener lo que se desea y descartar lo que no importa. Desde este punto de vista, podemos comprender mejor el efecto de la educación emocional en las relaciones futuras. 

La clave es que debemos nutrirnos de amor, porque solo a través de él lograremos el éxito, la felicidad y disfrutar de la magia de la vida.

Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante, lo escrito queda,
pero la vida continúa escribiéndose en ti.

Patricio Varsariah.

 

Nuestros sentimientos.

septiembre 17, 2025

La vida me ha enseñado a luchar cada día para seguir adelante sin mirar atrás, abriéndome paso entre espinas y creer que las cosas malas pueden cambiar; me han enseñado que cada segundo no podemos detenernos, debemos seguir adelante y superar el dolor, aunque duela el corazón; si caemos, siempre debemos levantarnos.

Al inicio de todo, cuando nada existía, tampoco podía hablarse de tiempo, pues el tiempo no es más que una invención para medir lo que cambia. Sin conciencia que lo percibiera ni instrumento que lo registrara, el tiempo era un vacío sin nombre.

En ese origen silencioso, como en un mito fundacional, se reunieron los vicios y las virtudes en el centro del universo, aguardando su destino. No eran todavía humanos, pero ya anunciaban la tensión que habitaría en nosotros: contradicciones irreconciliables, fuerzas que empujan en direcciones opuestas.

De allí nace la dificultad de comprendernos. Nuestros sentimientos se entrelazan en una trama confusa de deseos, miedos y aspiraciones que rara vez coinciden en armonía. Y, sin embargo, si uno se atreve a mirar con verdadera honestidad hacia adentro, más allá de la superficie de las pasiones y de los velos del ego, descubre que en lo profundo del corazón habita una claridad.

Esa claridad no elimina la contradicción, pero la ilumina: nos muestra lo que sentimos con la transparencia de lo verdadero. Quizá allí radique la esencia de lo humano: no en eliminar el conflicto entre virtudes y vicios, sino en aprender a reconocerlos, aceptarlos y darles un lugar en nuestra vida consciente.

A veces siento que la vida se llena de momentos que pesan más de lo que imaginamos. Una sonrisa, una mirada, un abrazo, una lágrima… todo se guarda dentro, y con el tiempo esas emociones se enredan, se acumulan, y no siempre sabemos cómo manejarlas. Hay recuerdos que terminan aplastando, que no dejan pensar con claridad ni respirar en paz.

Creo que todos podemos quedarnos atrapados en esas cargas, o aprender a soltarlas poco a poco. Guardar solo lo que de verdad nos alimenta y nos hace sonreír. Lo demás, lo que solo duele o nos frena, tenemos que aprender a dejarlo ir.

Yo he intentado borrar malos momentos, pero me he dado cuenta de que no funciona. No se trata de borrarlos, sino de aceptarlos como parte de uno mismo, reconocer los errores y, cuando toca, corregirlos. Es la única manera de no vivir prisionero de lo que ya pasó.

Cuando uno se queda a solas con sus propios sentimientos, aparecen con claridad cosas que en la rutina suelen pasar desapercibidas: lo que realmente necesitas, lo que te falta, lo que no valoras y deberías. Y ahí es cuando toca actuar en consecuencia.

Sé que a veces es complicado entender lo que sentimos, porque los sentimientos son contradictorios. Pero si nos damos el espacio para detenernos y escuchar lo que llevamos dentro, al final todo se acomoda y encontramos claridad.

La convivencia, la rutina y el cansancio diario pueden hacernos descuidar los pequeños detalles que son los que, en realidad, sostienen nuestras relaciones. Y creo que es ahí donde está la clave: no perder de vista lo esencial, aunque lo cotidiano intente distraernos.

La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, ni una falta de reacción, ni simplemente soportarlo: es la fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida nos presenta para nuestro crecimiento interior. 

A veces, la prisa nos impide disfrutar del presente. Disfrutar de cada momento solo es posible con paciencia, una virtud que podemos cultivar y que nos permite vivir sin prisas. 

La paciencia nos permite ver con claridad la raíz de los problemas y la mejor manera de solucionarlos. Es la virtud que nos permite afrontar con serenidad las adversidades y las vicisitudes de la vida, sin perder la serenidad interior ni abandonar aquello que nos ha llevado a alcanzar algo mayor.

Es muy diferente a la mera pasividad ante el sufrimiento; no es una falta de reacción, ni simplemente soportarlo: forma parte de la virtud de la fortaleza y nos lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, sean grandes o pequeñas. Así, identificamos nuestra voluntad con la chispa divina que nos impulsa, lo que nos permite permanecer fieles en medio de las dificultades y las pruebas, y es la base de la grandeza de espíritu y la alegría que surge al seguir la voz de la conciencia.

Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante, lo escrito queda, pero la vida continúa escribiéndose en ti.

Patricio Varsariah.

 

Los pequeños placeres de la vida: una reflexión necesaria

septiembre 17, 2025

En un mundo dominado por la prisa, las obligaciones y las responsabilidades, a menudo olvidamos detenernos a valorar aquello que, aunque sencillo, tiene la capacidad de darnos paz y alegría. Cuando los grandes motivos para sentirnos seguros o felices parecen escasear, redescubrir los pequeños placeres del día a día se convierte en un acto de resistencia y de cuidado personal.

Los pequeños placeres no son evasiones de la realidad, sino recordatorios de lo que hace que la vida tenga sentido. Leer un buen libro, disfrutar de una caminata, compartir una charla con amigos o contemplar la naturaleza son experiencias cotidianas que, aunque parecen insignificantes, contribuyen de manera decisiva a nuestro bienestar emocional. Practicar la atención plena en estos momentos nos permite vivirlos en toda su intensidad y fortalecer nuestro ánimo frente a los retos de la vida.

Los niños viven inmersos en el presente: cada instante es su mundo entero. Esa forma de percibir la vida nos invita a recuperar la capacidad de asombro y de disfrute. Por otra parte, quienes han alcanzado edades avanzadas suelen coincidir en que lo verdaderamente importante son las relaciones humanas, el propósito vital y la moderación en los hábitos. Tanto la niñez como la vejez, desde perspectivas distintas, nos recuerdan que el secreto de la felicidad está en lo esencial. La sabiduría de la infancia y la longevidad

La naturaleza ofrece una fuente inagotable de pequeños placeres: el aire fresco, el canto de los pájaros, la luz del sol, el aroma de las flores o la frescura del agua. Estos elementos, accesibles y gratuitos, nos conectan con la vida en su estado más puro. Del mismo modo, los gestos de afecto —un abrazo, una mirada, un reconocimiento— nos reconfortan y nos recuerdan nuestro valor. Reconocer y agradecer estas experiencias fortalece lazos y alimenta nuestra autoestima. Es la naturaleza y los gestos de cariño

El ejercicio de la gratitud se refleja en reflexionar al final del día sobre qué hemos disfrutado nos ayuda a descubrir que los pequeños placeres son más numerosos de lo que imaginamos: preparar una buena comida, ayudar a alguien, recibir una palabra amable o compartir un momento de risa. Este hábito cultiva gratitud, disuelve creencias negativas y nos revela que la vida merece ser vivida con plenitud.

Conclusión. Los pequeños placeres no son secundarios ni accesorios: son la base sobre la que se construye la felicidad auténtica. Disfrutarlos implica reconectarnos con nuestro ser interior y con el presente, alejándonos de la vida automática y apresurada. No hay atajos hacia la felicidad; como una escalera, se asciende paso a paso, generando bienestar con cada instante que aprendemos a valorar. En definitiva, apreciar lo simple nos recuerda que la vida no es un valle de lágrimas, sino un espacio lleno de abundancia y belleza.

Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante, lo escrito queda, pero la vida continúa escribiéndose en ti.

Patricio Varsariah.

 

La vida que no coincide con la realidad que creías conocer.

septiembre 17, 2025

Estoy despierto. Pero con la sorpresa de que la vida para la que nos preparamos dista mucho de la realidad. Estoy a más de la mitad de camino de mi esperanza de vida. Pero estoy viviendo una realidad para la que no me formé. Todo lo que me han enseñado mis maestros, padres y la cultura no me ha dado la vida que esperaba. Sigue ese camino, alcanza estos hitos y llegarás a una “buena vida”. Pero no es tan sencillo. Obtienes el título. Consigues la carrera. Cumples con los requisitos. Luego miras hacia arriba y te encuentras en un lugar que no te parece correcto.

Pero la realidad no se ha roto. Mis expectativas sí. Esa es la diferencia. Pensaba que la adultez era una serie de etapas. Cada una con una mejor experiencia por descubrir. El paquete completo que conocí de niño. Carreras lineales. Y relaciones sin sorpresas. Resulta que es más como un Tetris. Las piezas siguen cayendo, esté listo o no. La realidad no se detiene, así que puedo "encontrarme a mí mismo". O me adapto en tiempo real o me ahogo en mis propias ilusiones.

Aquí es donde la gente se atasca. Ven la discordancia y creen estar rotos. Intentan forzarse a amar el camino heredado. En el momento en que reconoces las imperfecciones, abres una nueva realidad. Ese es tu primer acto real de desafío. Entonces puedes definir tu propio camino. Y construir tu puente personal en el río de la vida. 

La lucha misma por alcanzar las alturas es suficiente para llenar el corazón de un hombre. 

Ahora lo entiendo. No tienes que amar el impulso sin sentido. Pero puedes hacer tuyo el absurdo de la vida. Puedes concentrarte en lo que te hace sentir vivo. Incluso puedes, y esto es clave, decidir llevarlo en una dirección completamente diferente por puro placer. 

El universo es absurdo. Tu respuesta a ese absurdo es tu libertad. Nuestros filtros mentales no representan la vida tal como es. Pero una vez que dejamos de esperar que la realidad coincida con nuestras "expectativas", podremos ver mejor. Fluir por la vida. E incluso crecer a través de lo que estamos atravesando. Puede que las cosas no sean más fáciles.

Pero al menos no nos engañamos a nosotros mismos.

Todos los que conozco están pasando por cambios que no planearon. Nadie lo tiene realmente resuelto. Todos simplemente improvisamos. Y cuando lo admites, dejas de castigarte por no alcanzar metas que eran imaginarias en primer lugar. 

Pero siempre podemos elegir cómo respondemos a la vida. Tal vez tu versión de una buena vida no sea una oficina en una esquina. Tal vez sea convertir tu carrera en una serie de proyectos que amas. Tal vez tu versión de una relación exitosa no se parezca a lo que ves en la televisión. ¿A quién le importa? Tu vida es una experiencia para vivirla, en tus propios términos. No hay reglas, solo elecciones.

Estoy despierto. Despierto a la discordancia. Despierto a la Absurdo. Al hecho de que la "buena vida" que me vendieron de niño no existe. No puedo dejar de verla. No hay garantías, solo fluir. Estoy aprendiendo a encontrarle diversión. De lo contrario, pierdo la cordura. Prefiero ver a través de las ilusiones que vivir una mentira. No estoy aquí para cumplir una profecía. 

No puedes escapar del proceso. Pero tú decides cómo llevarlo. Quizás incluso reírte mientras lo haces. El objetivo no es alcanzar una realidad perfecta y permanente. El objetivo es estar en un estado lúdico de auto creación. Y aun así divertirte. 

Pregunto "¿Qué harías si el dinero no fuera un problema?". Voy más allá. ¿Qué harías si la "realidad que conoces" no fuera un problema? Si el filtro mental internalizado dejara de funcionar. ¿Qué quedaría? Eso eres tú. ¿Qué harías con "ti"? Esa es la realidad que vale la pena perseguir.

Debes convertirte en quién eres. No descubrir quién eres. Conviértete en eso. Es un verbo. Un proceso activo y continuo. No te descubres ni te encuentras como un tesoro. La alternativa es caminar sonámbulo por tu propia vida. Rutinas insulsas. Una vida en la que marcas casillas, pero nunca te sientes vivo. Es asfixia del alma. La única verdadera tragedia no es que la vida te haya sorprendido. Es que nunca te diste cuenta de que estabas dormido.

Ya estás despierto. Eso significa responsabilidad. Ya no puedes hacerte el "ignorante". No puedes culpar al sistema. Ni a una cultura que te mintió. Lo ves. Y una vez que lo ves, estás al mando. El desajuste que presencias no es un problema que deba resolverse. Es una realidad que debes experimentar. Es la evidencia de que finalmente estás prestando atención. Es la fricción que demuestra que estás vivo. 

Puede que nunca encuentres la realidad que te encaja. Pero puedes construir tu propia estructura en torno a lo que no puedes cambiar. Con las ventanas orientadas hacia donde quieres ver. Usa lo que tengas. Tendrá defectos. Pero será incuestionable e imperfectamente tuyo.

Estás despierto. Y has terminado de fingir lo contrario. La vida que imaginé nunca fue real. La que tengo ahora es la realidad que tengo. Mi despertar es darme cuenta de que no hay conclusión. Pero puedo decidir si mi vida es una tragedia continua o una extraña experiencia buena. Me inclino por la extraña.

Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante, lo escrito queda,
pero la vida continúa escribiéndose en ti.

Patricio Varsariah.

 

Para mí, el silencio no es solo quietud, sino un refugio.

septiembre 17, 2025

Como persona introvertida, anhelo esos espacios de tranquilidad para reconectarme conmigo mismo. Si mi mente está abrumada, recurro al silencio para volver a la calma. En esos momentos me siento conmigo mismo, escucho la música del silencio y recuerdo quién soy más allá del ruido del mundo

El silencio nos permite percibir aquello que a menudo pasamos por alto...

Silencio. El diccionario lo define como “la ausencia total de ruido”, pero para mí significa mucho más. El silencio no es vacío, sino plenitud. Una bendición silenciosa. Una belleza secreta que la mayoría de nosotros ignoramos en la vorágine de la vida.

Sí, las palabras importan. Las conversaciones nos conectan. Compartir historias puede sanar y reconfortar. Pero demasiado ruido puede resultar agotador, agotando el espíritu hasta que no queda nada por dar. La charla constante dispersa nuestra atención, sin dejar espacio para la reflexión.

Por eso, el silencio se siente como volver a casa. Es la pausa en la que la mente respira, el momento en que nos reencontramos con nosotros mismos. A veces, el silencio se siente como música, no se oye, pero se siente; una melodía sin instrumentos, un ritmo que tranquiliza el corazón, una voz que susurra suavemente: “Eres suficiente”.

Después de un día largo y agotador, el silencio se convierte en un bálsamo. Alivia el estrés, calma la tormenta de pensamientos y restaura la fuerza para seguir adelante. Unos momentos de tranquilidad pueden devolver la sonrisa al corazón, preparándonos para lo que sigue.

Hay consuelo en el silencio. En él, puedes concentrarte mejor. Puedes escuchar tu voz interior, esa que a menudo se pierde en el ruido constante del mundo. Claro, no siempre es fácil estar en silencio, especialmente cuando hay tanto revuelo dentro de uno.

Pero por eso es necesario. Si eres amable y gentil contigo mismo, si permites el perdón y la presencia, el silencio deja de ser algo aterrador y se convierte en un compañero.

Ve a tu lugar favorito o siéntate tranquilamente en la naturaleza. Observa cómo las nubes se mueven y cambian de forma. Escucha el canto de los pájaros como si te recordaran que debes soltar y simplemente estar presente. Respira el aroma de las flores como si te envolviera en un abrazo invisible. En estos momentos, el silencio no se siente vacío, sino lleno de vida. Si de verdad quieres conectar contigo mismo, apaga la televisión, la radio, deja de navegar por internet. 

Silencia los pensamientos que te agobian. Busca un espacio tranquilo y disfruta de la soledad. Ahí, en esa quietud, te encontrarás contigo mismo. Ahí descubrirás lo que realmente importa. En el silencio, percibes lo que normalmente pasas por alto. Tus deseos se simplifican. Dejas de anhelar más y te das cuenta de que ya tienes todo lo necesario. 

El silencio te devuelve la serenidad, reconfortándote con la verdad de que ya eres todo lo que necesitas ser.Creo que también deberíamos practicar el silencio en nuestras relaciones. No siempre es necesario hablar. Podemos estar en silencio con nuestros seres queridos, presentes en el momento, simplemente sintiendo su presencia. Quizás viendo las estrellas juntos, o tomando una taza de té en silencio. Creo que estas son las relaciones más sanas: aquellas donde el silencio no pesa, sino que reconforta, donde estar juntos es suficiente. 

El silencio tiene su propio lenguaje. Expresa emociones que las palabras no pueden expresar. En la alegría, brilla en nuestros ojos. En la tristeza, se manifiesta en lágrimas silenciosas. En el amor, se esconde en miradas tiernas y en una quietud reconfortante. 

El silencio no es la ausencia de vida. Es la presencia de todo lo que da sentido a la vida. Cuando honramos el silencio, honramos la vida misma. En la serenidad del momento, volvemos a nosotros mismos, tocamos el ritmo sagrado del mundo y recordamos que: la presencia es suficiente.

Si en estas palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

Patricio Varsariah.
 

Los pequeños momentos que sostienen la vida.

septiembre 16, 2025

¿Por qué anhelo los pequeños momentos que muchos pasan por alto?

Mi motivación no nace de los grandes hitos. No son los sueños monumentales ni las hazañas visibles los que me impulsan. Es en lo sencillo, en lo fugaz y casi imperceptible, donde encuentro la verdadera fuerza para vivir.

Un contacto visual prolongado. Un silencio que no incomoda. Un mensaje breve que dice: “Avísame cuando llegues a casa”. Cosas pequeñas, sí, pero con un peso inmenso cuando uno anhela conectar.

Me conmueven los gestos que suelen pasar inadvertidos: cuando alguien recuerda una historia que conté hace tiempo, cuando pronuncian mi nombre con ternura, cuando alguien comparte una canción como si fuera una carta de amor. Me conmueve, sobre todo, cuando alguien decide quedarse.

Creo que ahí se esconde un secreto para una vida plena: observar y celebrar lo pequeño. Ofrecerlo con generosidad. Recibirlo con gratitud.

Pero vivimos de prisa. Nos cruzamos como fantasmas. Olvidamos detenernos, levantar la vista y decir: “Hola, te veo”. En ese descuido, nos sentimos desconectados, desamparados, solos.

Y, sin embargo, el amor verdadero habita en lo pequeño. No en títulos, ni en fotos, ni en biografías, sino en las cosas que nos conmueven: las frases que nos quiebran, las canciones que nos recuerdan que sobrevivimos.

Me enamoro cada vez que salgo de casa: de la sonrisa de un desconocido, de una cicatriz que logró cerrarse, de las palabras gastadas en cartas y libros con las esquinas dobladas.

Esa es la vida que quiero. Una vida hecha de pequeños amores y bondades, de comprensión silenciosa, de libros compartidos con frases subrayadas, de mañanas tranquilas en compañía, de una voz cercana que diga: “Estoy orgulloso de ti”.

Puede que no tengamos control sobre las grandes cosas, pero siempre podemos elegir las pequeñas. Podemos ofrecer amor en gestos cotidianos. Podemos ser la chispa que recuerde a alguien que el mundo aún conserva su calidez.

Así que, la próxima vez que te preguntes qué hacer, empieza por lo simple:
Sonríe.
Pregunta: “¿Cómo estás de verdad?”.
Comparte esa canción que te recordó a alguien.
Admira en voz alta la manera en que otra persona ve el mundo.
Hazle saber que no está sola o solo.

Porque, al final, los pequeños detalles no son tan pequeños: lo son todo.

Un texto, aunque hecho de palabras, puede envolver con la misma ternura que un abrazo real: recordarnos que no estamos solos, ofrecer compañía en silencio y calidez en la distancia.

Saludos.

Patricio Varsariah.

 

El colapso no es una tragedia si estás listo.

septiembre 15, 2025

El colapso no es una tragedia si estás listo. Es un reinicio. Una transición. Y si te preparas, no solo sobrevives, sino que puedes determinar qué viene después. Todos pueden estar apostando por un colapso. Apuesta por tener el coraje de adaptarte. El colapso es una transición más que como final. La historia humana está llena de ejemplos donde la cima —las élites, las instituciones, los sistemas de poder— se desmorona, pero la base, la gente común, encuentra maneras de reconstruir.

El colapso es principalmente psicológico. Pero la supervivencia no. Puede que las noticias sean puro pánico, pero tu trabajo es mantener la calma. Cuando todos los demás están enloqueciendo, el tranquilo toma mejores decisiones. Vive como si la realidad pudiera cambiar mañana. Menos consumo, más creación. Menos miedo, más adaptabilidad. Eso es lo que estoy haciendo ahora mismo.

Decir que un gobierno es "irreparable" y que "ya estamos en bancarrota" refleja una sensación de desesperanza y de que no hay salida posible.

Pero incluso en contextos muy críticos, los Estados suelen tener mecanismos de ajuste: reestructuración de deuda, reformas fiscales, inversión extranjera, renegociaciones internacionales, o incluso cambios políticos profundos. 

La “bancarrota” en términos de países no funciona igual que en personas o empresas: rara vez un Estado desaparece, más bien entra en crisis y luego se transforma o se reinventa de alguna manera, pero ¿Qué significa eso para el ser humano promedio? 

De una forma u otra, lo que el gobierno haga o deje de hacer nos afecta a todos,y se filtra a la vida cotidiana: desde el precio del pan, la seguridad en las calles, hasta la calidad de la educación y la salud pública. Incluso las decisiones que parecen muy lejanas —por ejemplo, sobre deuda externa o tratados internacionales— terminan reflejándose en cosas tan simples como la inflación, los impuestos o las oportunidades de empleo.

Una crisis temporal puede llevar a una transformación irreversible. No sé qué viene. Pero sé cómo prepararme para lo que venga. El mundo ya ha cambiado.

Cuando todo parece haberse desmoronado —ya sea un país, una comunidad o la propia vida personal— lo primero que se siente es una pérdida de referentes: lo que antes daba estabilidad ya no está. Históricamente y también en la experiencia humana común, hay algunas claves que ayudan a “descubrir cómo vivir” en medio del derrumbe:

Lo inmediato y lo básico: enfocarse en las necesidades esenciales (alimento, refugio, seguridad, vínculos). Lo práctico se convierte en brújula.
La comunidad: en contextos de crisis, lo colectivo suele sostener lo que lo individual no puede. Redes de confianza, ayuda mutua, intercambio.
Los valores mínimos: aunque las estructuras se caigan, aún podemos elegir cómo nos relacionamos con otros: con dignidad, solidaridad, honestidad. Eso puede dar sentido incluso en el caos.
La creatividad: las crisis fuerzan a inventar nuevas formas de vida, de trabajo, de convivencia. Muchas veces lo que surge es inesperado, pero genuino.
El tiempo interior: detenerse a reconocer lo que duele, pero también a conectar con lo que sigue vivo: una pasión, una relación, una esperanza pequeña.

Descubrir cómo vivir no suele ser un acto único, sino un proceso de ensayo y error: un ir encontrando pedazos de estabilidad, aunque sean pequeños, y desde ahí reconstruir.

Los políticos se culpan unos a otros mientras el resto nos preguntamos qué sigue.  Sí, esa escena es tristemente común: mientras arriba los políticos discuten, se culpan y buscan responsables, abajo la gente vive la incertidumbre del “¿y ahora qué?”. Esa brecha entre el discurso político y la experiencia ciudadana suele agrandar la sensación de abandono. El colapso sistémico puede prolongarse durante décadas. O todo puede empeorar en unos pocos meses. No lo sé. 

El colapso se asemeja a que los comestibles cuestan un 30% más. Y a que tu sueldo te permite comprar un 30% menos. Se asemeja a despidos con una redacción diferente: "reducción de costos".  Todo esto significa que no esperes un rescate. Nadie va a venir. El gobierno no puede equilibrar su propio presupuesto, y mucho menos tu vida. 

La crisis temporal es probablemente la nueva normalidad. Deja de apostar por la estabilidad. Empieza a apostar por ti mismo. Aprende a encontrar tu cordura en todo esto. Desarrolla habilidades. Es lo único que puedes controlar, especialmente si no puedes hacer crecer tu cuenta bancaria.  No puedes arreglar la Política fiscal. Pero sí puedes arreglar tus gastos. Puedes entrenar tu cuerpo para que el estrés no te consuma vivo. Nadie tiene el control total de todo en todas partes a la vez. Eso significa que controlas lo que puedes: tus propias decisiones.

¿Cómo vivimos cuando todo se desmorona? De la misma manera que siempre: improvisando, adaptándonos, sobreviviendo. La gente puede ser irritantemente buena para que funcione. No importa lo difícil que se pongan las cosas. Nuestros antepasados sobrevivieron a guerras, hambrunas y plagas.

Puedes manejar la inflación y la política fallida. Sí, puedes. La buena noticia es que aún tienes tiempo. Es hora de ser inteligente. Es hora de despertar. Es hora de cambiar tu enfoque de lo que "ellos" hacen o dejan de hacer, al tangible y poderoso "nosotros". Y el "nosotros" empieza contigo. Todos apuestan al colapso. Bancos. Inversores. Empresas. Bien. Déjalos. Mientras ellos entran en pánico, tú prepárate. Se puede sobrevivir a los tiempos difíciles si dejas de esperar que las cosas terminen. 

La idea de que la “normalidad” no va a volver implica un duelo: reconocer que lo que fue ya no será igual. Pero también abre un espacio distinto: si esa temporada terminó. A veces seguimos atados a la nostalgia de lo que conocíamos, porque era estable, aunque no necesariamente justo o bueno. Cuando eso se cae, parece que todo se pierde, pero también se revela la oportunidad de crear lo que antes no era posible.

Ya te adaptaste antes. ¿Recuerdas cuando tuviste que descifrar las reuniones de Zoom de la noche a la mañana durante la pandemia? No colapsaste. Te adaptaste.  La gente se doblega cuando importa. Nos doblegamos hasta que la doblez se convierte en la nueva normalidad. Así que concéntrate en cambiar tu mentalidad y desarrolla resiliencia para superar lo que estás pasando.

Los expertos suelen medir todo en índices, PIB, deuda, reservas… y es cierto, a nivel macro puede parecer que “estamos acabados”. Pero la vida no se mide solo en esos términos. La pregunta central no es solo “qué pasa con la economía”, sino “cómo seguimos viviendo”. Y esa respuesta suele salir de abajo hacia arriba: familias, comunidades, oficios reinventados, creatividad en la escasez.

Aunque los expertos y el discurso oficial digan que todo está perdido, seguimos respirando, seguimos comiendo, seguimos cuidando a quienes queremos. En ese acto de vivir ya hay resistencia y reconstrucción. Quizás la clave sea esa: no negar el colapso, pero tampoco quedar atrapados en él. Habitarlo como un umbral hacia otra cosa.

Tienes que mantener la cordura y practicidad, sobre todo en tiempos de incertidumbre.

Dinero y deudas: reducir cargas que te ahogan y guardar aunque sea poco en efectivo. No como lujo, sino como un colchón mínimo que compra tiempo. Y el tiempo, como dices, se traduce en opciones.
Evitar ilusiones fáciles: en épocas de crisis abundan las promesas rápidas (como ciertas criptos, esquemas piramidales, “inversiones milagro”). Pero lo sólido empieza por lo tangible.
Habilidades: ahí está la verdadera riqueza. Saber arreglar, cultivar, cocinar, reparar, enseñar, organizar… cosas que no pierden valor, aunque los sistemas financieros se tambaleen.

Salir del pánico no significa negar lo que pasa, sino mirar de frente la realidad y responder desde un lugar de calma. Esa “rebelión silenciosa” que menciono es profundamente subversiva, porque rompe con la lógica del miedo y la dependencia absoluta de los sistemas que se tambalean.

Lo que planteo pone en el centro tres verdades sencillas y fuertes:

Autonomía: aunque no controlemos los grandes engranajes, podemos recuperar control en lo inmediato —cómo cuidamos nuestra casa, nuestro alimento, nuestras relaciones.
Confianza en lo pequeño: no se trata de promesas grandilocuentes, sino de la certeza práctica de que podemos mantenernos vivos y útiles en lo cotidiano.
Utilidad como riqueza: ser capaz de sostener, reparar, acompañar, enseñar, alimentar… eso da valor real, más que el dinero en épocas de inestabilidad.

Es una forma de dignidad: vivir como si la esperanza no dependiera de los discursos de poder, sino de lo que hacemos con nuestras manos y corazones.

La salud no es negociable. No puedes superar el colapso si te quedas sin energía. Cuerpo fuerte, mente despejada. Ese es el hábito de supervivencia número uno. De nuevo, la mentalidad lo es todo. 

A los medios les encanta decir que el cielo se cae. Es un buen titular. De todos modos, tú y yo nunca estuvimos a cargo del cielo. Lo que sí controlamos es nuestra respuesta cuando las cosas se ponen difíciles. Aún estás a tiempo. La pregunta no es si las cosas se desmoronan. Es lo que construyes cuando sucede. Debemos cultivar nuestro jardín.

Concéntrate en lo que está dentro de tu círculo de influencia. Sé bueno con tu gente. Crea algo de valor. Encuentra alegría en tus experiencias cotidianas. El panorama general podría estar al borde del colapso. Tu trabajo es construir remansos de cordura y resiliencia. Crear una vida que sea "antifrágil" y significativa, independientemente de lo que suceda a nivel macro. 

 Empieza donde estás. Usa lo que tienes. Haz lo que puedas. Deja de apostar al colapso. Apuesta por ti mismo. Todo podría desmoronarse, el colapso, más que final, se convierte en un espejo que revela de qué estamos hechos.

Lo que escrito no es solo desahogo, sino también una visión clara y práctica sobre cómo atravesar el derrumbe con dignidad.

Patricio Varsariah.

 

Nunca se olvida del todo… ¿verdad?

septiembre 15, 2025

Quizás sea hora de aceptar el dolor en lugar de escapar de él.

Hay partes de nosotros que nos pesan. Las personas que hemos perdido. Los momentos que nos destrozaron. La tristeza que nunca expresamos en voz alta.

¿Sabes de qué me he dado cuenta? Nunca las olvidamos del todo. 

Simplemente aprendemos a vivir con ellas. Nos mantenemos ocupados. Llenamos nuestros días de ruido. Encontramos distracciones, o a veces incluso reemplazos, no porque estemos curados, sino porque nos ayuda a no recordar... al menos no todo el tiempo.

¿Pero esas partes? No desaparecen. Solo esperan. Y luego, en la tranquilidad...Cuando estás solo o algo te lo recuerda, resurgen. De repente, lo sientes todo de nuevo. El dolor. La pérdida. Las preguntas. Y te perturba, ¿verdad? Lo sé. A mí también me pasa. 

Pero aquí hay algo que me ha ayudado:

En lugar de huir de estas partes de mí... he empezado a sentarme con ellas. Intento hacerme amigo de ellos. No como un amigo que culpa. Sino como la clase de amigo que escucha. Del que dice "Está bien. Pasaste por mucho. Y sigues aquí". 

Porque quizás esas partes no estaban destinadas a quebrarte para siempre. Quizás vinieron a enseñarte algo. A hacerte más suave. O más fuerte. O más real.

Así que la próxima vez que te visiten, no luches contra ellas. Siéntate con ellas con cariño. Háblales. Diles: "Eres parte de mí y te llevaré, pero no puedes controlarme". 

Mereces paz. Mereces calma. Y ningún recuerdo, por doloroso que sea, podrá arrebatártelo.

Un cálido abrazo para ti, dondequiera que estés ahora mismo.

Patricio Varsariah.
 

El sol siempre sale, incluso en días nublados

septiembre 15, 2025

Hay mañanas en las que el cielo se siente cargado de nubes, en las que el horizonte se difumina en un gris apagado, drenando todo color de vida. Buscas luz, pero solo encuentras niebla. Todo se siente apagado, cansado, entumecido. Y, sin embargo, en algún lugar sobre las espesas nubes, el sol sigue saliendo. Incluso cuando no lo ves. Incluso cuando olvidas que está ahí.

A veces tu progreso no se nota. Se esconde bajo el peso de tus dudas y arrepentimientos. Te miras y no ves más que un cúmulo de fracasos. Te preguntas si todo tu esfuerzo ha sido en vano, si quizás sería más fácil dejar de intentarlo por completo.

El cielo dentro de ti se vuelve gris. Ya no hay buena música. Los programas que antes te reconfortaban ahora se sienten aburridos. Incluso navegar por tu teléfono se vuelve agotador; cada publicación es un recordatorio más de lo que sientes que falta.

La vida se vuelve pesada. Las pequeñas alegrías se desvanecen. La esperanza se siente laboriosa.

Pero bueno, sigues aquí, sigues respirando, sigues intentándolo. Has superado tormentas que te destrozaron todo. Has pasado por días lluviosos que te calaron hasta los huesos. Y, sin embargo, de alguna manera, has resistido y has logrado mantener tu luz a salvo.

La vida es como el clima. Hay días buenos y días malos, días normales y días de "¿qué demonios estoy haciendo con mi vida?". Días soleados, días tormentosos, tardes tibias y noches que parecen interminables. Ninguna es para siempre. Y a pesar de todo, el sol sigue regresando.

Me gusta pensar en el sol como nuestra voluntad de vivir. A veces brilla con fuerza; otras veces se esconde tras gruesas capas de tristeza. Pero no importa cuánto dure la noche, no importa cuán oscuras se vuelvan las nubes, el sol siempre vuelve a salir.

Así que, sea lo que sea que estés sintiendo ahora mismo, déjalo sentir. Deja que llueva. Deja que la niebla persista. Pero no confundas las nubes con la ausencia de luz. El sol sigue ahí, esperando su oportunidad de salir y tocar tu piel de nuevo.

Y cuando lo haga, recordarás: la luz nunca se fue, ni siquiera en los días nublados.

Un cálido abrazo para ti, dondequiera que estés ahora mismo. 🤍

Patricio Varsariah.

 

¿Cómo cambia la gente tan fácilmente?

septiembre 15, 2025
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El amor que “elige cada día” no es solo un impulso inicial ni una emoción pasajera: es una decisión constante. Decide quedarse quien, pese a las dificultades, opta por permanecer, cuidar y renovar el vínculo. Puede ser una pareja, un amigo, un familiar… lo esencial es que la permanencia no viene de la obligación, sino de la elección libre y reiterada.

En otras palabras: se queda quien ama no solo por lo que siente, sino por lo que decide construir contigo, día tras día.


Un día conoces a alguien y algo en ti se despierta. Notas su forma de hablar, la curva de su sonrisa. Empiezas a importarle y a escuchar con todo tu corazón. Te abres más que nunca. De repente, lo compartes todo: tus miedos, tus sueños. El mundo se siente más ligero porque alguien lo sostiene contigo. Te quedas despierto hasta tarde hablando de todo y de nada. Las palabras fluyen como un río y la risa llena los espacios vacíos. Crees que esto nunca terminará.

Pero luego pasa el tiempo y el río se seca.

Las conversaciones largas se reducen a dos o tres respuestas apresuradas. Te dices a ti mismo que está ocupado, pero en el fondo lo sientes. La distancia crece entre tú y la persona que una vez sentiste cercana.

Y quiero preguntarte: si nunca tuviste el coraje de amar plenamente, ¿por qué empezar? Esto no es amor, al menos no del tipo que vive en el diccionario de mi corazón. El amor no es una emoción pasajera, ni una chispa que se apaga cuando la novedad se desvanece. El amor es una decisión valiente y cotidiana de elegir a la misma persona una y otra vez. Incluso cuando el mundo se vuelve ruidoso, la vida se complica y todo se siente pesado. Amar significa mantener la curiosidad por ellos, no solo al principio, sino siempre.

Les preguntas sobre su día porque de verdad quieres saber. Te fijas en sus silencios y escuchas los silencios tras sus palabras. 

El amor no es perfecto, no siempre es fácil, pero es constante. No se rinde cuando las cosas se complican o se sienten incómodas.

Así que, por favor, no empieces si no puedes quedarte. No juegues con el corazón de alguien solo para sentirte vivo por un momento. Los corazones no son juguetes, y las personas no son capítulos que cierras una vez leídos.

A veces me pregunto si vivo en un mundo de sueños, creyendo en este tipo de amor. Pero mi alma susurra en voz baja que sí, que todavía existe. Permanece, se profundiza y no huye cuando la vida se pone difícil.

Y así espero el amor que me elige cada día. El amor que me ve no solo cuando brillo, sino también cuando estoy cansado. Desordenado, humano y dolorosamente real.
Deseo este amor para todos. Deseo personas lo suficientemente valientes como para conocerse a sí mismas primero. Para que no destruyan a otros solo porque están perdidos.

Porque el amor, el amor verdadero, no solo se siente. Es algo que hay que abrazar, proteger y honrar. Cuando lo encuentras, lo abrazas fuerte y nunca lo dejas escapar.
Porque la verdad es que el amor siempre requiere esfuerzo. Pero la belleza que devuelve lo vale todo.

Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante. Tú eres tú propio héroe. Nadie vendrá a salvarte. Tienes que convertirte en tu propia fuente de luz.

Te envío un susurro de "gracias".

Patricio Varsariah.